El 24 de agosto me produjo un asombro impresionante contemplar la destrucción de Amatrice, una de las ciudades del centro de Italia. El terremoto, que se llevó 298 vidas humanas, como mayor daño irreparable, dejó la ciudad sembrada de ruinas y se veían edificios humildes y no tan humildes que habían sido pasto de la destrucción. Y entre tanta ruina un detalle asombroso: la torre cívica se erguía enhiesta como vigía despierto que vigilara el silencio sobre tantas ruinas. Parecía algo inconcebible. Todo en derredor estaba arruinado y la torre no había sufrido daño. Hacía concebir el espíritu cívico de la ciudad que velaba sobre las ruinas para defender a los habitantes que no habían perecido.

Pero los hechos paradójicos han borrado la impresión de aquellos días y de estos dos meses que han transcurrido desde entonces. La tierra, después de haber temblado otros miles de veces en la castigada Italia, ha vuelto a sufrir otro gran temblor de 6'5 en la escala de Richter, con epicentro esta vez a varios kilómetros de distancia en la sagrada Norzia, donde no ha respetado siquiera la iglesia construida sobre la casa de san Benito y santa Escolástica. Parece que el santo, patrón de Europa, y su hermana no han sido capaces de alejar la ruina de su propia casa, la iglesia de San Benedetto, construida sobre la primitiva vivienda, supuesta cuna natal de ambos santos gemelos. Esta pequeña ciudad ha visto destruidas sus iglesias, la de San Benedetto y Santa María Argéntea, considerada la "Catedral" de Norzia, quedando como sacro vestigio la fachada de San Benedicto.

Pero a mí me ha llamado la atención la paradoja que ha sido como un juego de la suerte: En agosto, cuando el terremoto tuvo su centro más cercano, la torre cívica de Amatrice quedó intacta, como vigía enhiesto sobre la ruina circundante. Ahora, cuando el epicentro se produjo lejos, la torre cívica de Amatrice se ha derrumbado, siguiendo mejor la trayectoria del diario acontecer. Porque las torres, parece que por sobresalir, son los elementos que suelen caer más fácilmente; a no ser que los cimientos hayan sido muy bien pensados y puedan sostener todo lo que se les ponga encima. Ocurre con las torres algo parecido a lo que ocurre con las personas: las más altas, por ser las más visibles, son las más propicias víctimas del ataque.

Es muy notable la importancia del cimiento para sostener la permanencia de las torres. En las personas se advierte perfectamente cuando alguien pretende elevarse en la escala social y su preparación no es merecedora de tal elevación. Los que observamos tal ocurrencia utilizamos casi instintivamente la frase que sirvió en algún caso para prevenir el futuro: "más dura será la caída"; damos por seguro que a una insuficiente preparación o mérito seguirá el fracaso como resultado indefectible.

Algo parecido a lo anterior me ocurrió el día citado de agosto: al ver enhiesta, entre las ruinas circundantes, la torre cívica de Amatrice pensé: debe tener unos cimientos de solidez impresionante, tal como se utilizaban en los tiempos en que se construyó; de otra manera es un milagro que haya resistido el terremoto que destruyó todos los edificios de su alrededor. Los dos meses que han transcurrido con edificios y vidas arruinados, junto a la torre erguida han sido testigos de la solidez de unos cimientos; pero al final se ha comprobado que, ante un movimiento de tierra tan feroz como el que azota persistentemente a Italia, no hay cimientos que resistan ni edificio que permanezca en pie, aunque esa edificación sea tan señera como la torre cívica de Amatrice.

Es horroroso comprobar el espectáculo. Algunas autoridades, conmovidas por la impresión, han asegurado que todo se reconstruirá, ayude o no Europa, a la que se quiere pensar afectada por la ruina de la patria de su santo patrono. Pero, con muy buen juicio, a la vista de lo que está ocurriendo y lo que afirman los sismólogos en previsión segura, la reconstrucción no puede ser cosa de poco tiempo. Habrá que esperar y, mientras eso pueda llevarse a cabo, procurar poner remedio al desalojo que han sufrido miles de personas cuya residencia ha caído arruinada. Pasará mucho tiempo hasta que los afortunados visitantes puedan deleitarse contemplando de nuevo esas bellísimas ciudades del centro de la bella Italia.