Nada más lejos de mi intención parecer pesimista, negativo y, mucho menos, agraviar a los lectores de nuestro querido diario que no estén de acuerdo. Pero ocurre que me da la impresión de que este país nuestro tiene por delante -a pesar de la investidura finalmente aprobada- un tiempo político difícilmente gobernable.

Me permití opinar hace ya meses que el problema con el que podríamos enfrentarnos a un cierto plazo no consistía tanto en lograr un acuerdo de mayoría minoritaria , tras una votación más o menos unánime como -insisto- lograr la necesaria gobernabilidad por encima de posturas irrenunciables.

Sigo opinando como entonces que la dificultad, el reto, está en lo que nos aguarda; en lo que deben afrontar nuestros representantes a partir de ahora .

Una Cámara Baja que puede convertirse en un albañal. Con protagonistas curtidos en plasmas, grupos mediáticos y multitertulias que promocionan "la voz de su amo"; y que, en gran parte, siguen siendo -es mi parecer- más o menos los mismos de antaño. A la búsqueda del sillón perdido. O todavía no conseguido.

Los actuales protagonistas de la representación lo llamaban transversalidad, triunfo del multipartidismo o amanecer de un nuevo, necesario y profundo cambio. También se añadía, montarazmente, que estábamos ante el final del fracasado régimen de 1978. Sin el cual , por cierto, ellos no tendrían ni voz ni voto.

Respeto al Congreso. Como la inmensa mayoría de mis conciudadanos, nadie duda de que es la sede de una democracia auténtica.

Pero barrunto que la Cámara recién elegida nace abocada a su disolución en un plazo no muy lejano. Con responsables más que evidentes del fiasco de su fracaso. ¡Ojalá me equivoque!

Nuestra democracia -estimo- no puede subsistir soportando más allá de lo manifiestamente indecente. Atrabiliarios ultrajes como los allí emitidos recientemente por uno de sus diputados son inaceptables. No deberían repetirse si aspiramos a una entente civilizada.

Añado, un Parlamento "jaula de grillos" como alguien se ha permitido calificarlo, necesita la imprescindible elección del diputado que se haga merecedor de la cardinal tarea de una leal oposición.

Esperemos que nuestros representantes designados adopten una actitud y logren un mutuo asentimiento por encima de posturas partidistas. Que les haga dignos de aquél vetusto, baqueteado epígrafe -"padres de la Patria"- para el cual fueron elegidos. Guste o no guste el epíteto.

Y ahí me quedo.

Jesús Pertejo