El refranero popular ya puede completar su lista de célebres sentencias con una más: "¿No es no? Depende". Muy similar, como pueden comprobar, a esta otra mucho más conocida por casi todos: "Donde dije digo, digo Diego", empleada para rectificar una afirmación o desdecirse de una sentencia que ha sido defendida previamente. En este caso, lo que se está criticando es la contradicción de una persona. Alguien dice tal cosa y al cabo de unos minutos, cuando ya se descubre la verdad y no puede sostener por más tiempo la mentira, cambia su opinión y argumenta que no es lo que dijo desde el principio. Estos comportamientos dan muchas pistas. Por un lado puede pensarse que lo que late en el fondo de quien actúa de este modo es una falta de seguridad en sí mismo: cuando alguien se ve acorralado, con cambiar de acera o, en este caso, de argumentos, ya está. Como se dice habitualmente: aquí paz y después gloria.

Pero también son indicativos de la solidez de los principios de los sujetos sociales, es decir, de las personas físicas, los grupos humanos, las instituciones y las organizaciones. Cuando los principios que se defienden no son robustos, consistentes y vigorosos, el viento los azuza a su antojo; si son endebles, fácilmente pueden sustituirse por otros. Y lo curioso es que quien actúa de este modo suele quedarse tan pancho. Ahora bien, las consecuencias de este tipo de acciones son catastróficas, pues es muy difícil fiarse de alguien que cambia de opinión cada tres por cuatro, sin ton ni son y sin fundamentos. Porque la confianza se sostiene gracias a que las personas somos previsibles y que supuestamente cumplimos con la palabra dada; lo contrario, es decir, los repentinos cambios de argumentos conducen a la desconfianza y, por consiguiente, a la erosión de una de las bases fundamentales de la vida social.

Estas lecciones deberían conocerlas los responsables de un Partido Socialista Obrero Español, mucho más que centenario, que en un abrir y cerrar de ojos ha cambiado las razones de hace unos meses ("No es no") por otros motivos supuestamente mucho más encomiables: "Solo nos mueve el interés de España y de los españoles". En un periquete, lo que antes era bueno para España, es decir, el no es no, ahora ya no lo es. Un curioso viaje en el tiempo para llegar a un destino incierto. Por eso, hoy por hoy, no me atrevo a pronosticar el futuro más inmediato de un partido y de una organización política que en apenas unas semanas ha pasado de defender una tesis y la contraria. Algunos hablan de ejercicio de responsabilidad y otros, más bien, de bajada de pantalones. Lo que está claro es que el cambio de posición ha minado la confianza no solo de muchos de sus afiliados sino también la de millones de españoles que en algún momento han confiado en un partido que ha sido clave en la historia reciente de España.