Todo lo que ha ocurrido en España desde las elecciones generales del 20 de diciembre del año pasado ha tenido un evidente tono de escenificación, que por fin, llega mañana a su acto final. Ha tenido ese aire falso por la ausencia de diálogos y negociaciones entre partidos, la intentona de investidura de Pedro Sánchez cuando no le daban los números ni de lejos, los saltos de uno a otro lado de Ciudadanos, los mismos comicios de junio, la investidura fallida de Rajoy, el golpe de mano en el PSOE para apoyar al PP, y hasta el discurso del candidato a ser investido presidente del Gobierno.

Ese discurso, mansurrón y fariseo, ofreciendo a todos pactos de Estado, pero carente de la menor autocrítica, de su labor y la de su Ejecutivo, no ha sido mas que una nueva muestra de ese peculiar talante suyo tejido a base de engaños, medias verdades, incumplimientos y manipulaciones en los datos, sobre todo cuando se refiere a la cuestión económica y a las cifras de la creación de empleo que maneja a su antojo, sin atenerse a la realidad incuestionable de que la inmensa mayoría de los contratos que se están firmando son en precario, temporales y de muy escaso nivel salarial. Brinda acuerdos en los grandes asuntos, pero al mismo tiempo no duda en anunciar que no dará marcha atrás en sus reformas, y eso mientras miles de estudiantes en todo el país salían a la calle a protestar contra la ley de educación del PP, un disparate que condena a todos los alumnos a las reválidas, como si tuvieran poco que estudiar durante el curso. En realidad lo que ha hecho Rajoy ha sido recoger los temas reivindicados por la oposición, pero pasando por encima, sin planteamiento riguroso alguno. Lo mismo que ha hecho, en definitiva, con lo referente a la corrupción instalada en su partido, pese a estar ahora en los tribunales, y hasta con el problema del separatismo catalán, para el que sigue recurriendo a la justicia, pero sin adelantar ningún paso más, pese a que el problema es tan grave e inminente. Es lo que cabía esperar de Rajoy. Ya no tiene mayoría, sino una insuficiente minoría, y deja atrás su soberbia anterior, que no se olvida, para mostrarse humilde y cercano, sin querer darse cuenta de su falta de credibilidad. Necesita que alguien más apoye su tarea de Gobierno y busca la complicidad del hundido PSOE, que no cabe esperar.

La sesión de mañana, tras la prevista votación de ayer, echa el cierre a un proceso que ha servido para evidenciar el deterioro del sistema y del bipartidismo. Un acto que carecerá de interés y de relieve sin otro aliciente, si acaso, que ver cuantos diputados socialistas mantienen la lealtad a Sánchez, votando no a Rajoy, y sobre todo si el rechazo es sostenido por el propio Sánchez , enfrentado a tan dura circunstancia. Por lo demás, todo está hecho, se inicia una nueva etapa, y ahora lo que hay que hacer es ponerse a trabajar enseguida, que ya se ha perdido bastante tiempo, y encarar los importantes asuntos pendientes para los cuales el Gobierno pide el consenso, caso de las pensiones, la educación, la financiación autonómica, y otros. Solo queda desear que el PP haya aprendido la lección y que, en verdad, gobierne de otra forma, pensando en todos los españoles, no solo en la tropa política.