Ante la llegada del Domund, jornada de arraigo en nuestra conciencia eclesial de colaboración con las misiones, preparamos diferentes actividades. Parroquias, colegios, diócesis, asociaciones, etc., nos vemos interpelados a leer, actuar y orar por la necesidad de la propagación de la fe, y lo que ello conlleva de altruismo sobre todo en aquellos lugares que no tienen lo necesario para entender que el Dios que es amor, no los tiene abandonados.

He de reconocer que este año me ha llamado especialmente la atención una actividad concreta; y a la vez he de confesar que al principio no del todo de forma positiva. Se trata del pregón que Pilar Rahola pronunció con esta ocasión en el templo barcelonés de la Sagrada Familia. Al leer algunos titulares que incidían en su posicionamiento de no creyente, sentí cierta extrañeza con un toque de indignación. Quizá usted, lector, como yo, se pregunte: y si el Domund es propagación de la fe, ¿qué pinta un no creyente reflexionando y animando públicamente esto? Lo cierto es que me lo sigo preguntando, pero la sana curiosidad de saber qué había podido escribir alguien no creyente como ella sobre la actividad misionera de la Iglesia, me hizo no rechazar la lectura, a pesar de que no siempre -por decirlo de alguna forma- estoy de acuerdo con su forma de entender el mundo y la sociedad.

Dos veces lo tuve que leer -algunas frases algunas veces más- para acertar a descubrir un discurso que da en el clavo de la caridad cristiana y hace autocrítica: "¡Quiénes somos nosotros, gente acomodada en nuestra feliz ética laica, para poner en cuestión la moral religiosa, que tanto bien ha hecho a la humanidad!".

"Esta dificultad para entender la divinidad no me impide ver a Dios en cada acto solidario, en cada gesto de entrega y estima al prójimo que realizan tantos creyentes, precisamente porque creen". En algunas ocasiones me cuesta que algunos voluntarios que ayudan en actividades solidarias de la parroquia entiendan precisamente esto: que hacen esto por los más necesitados porque creen; solo porque creen en Jesús, que humanizó con su presencia la vida de los que habían perdido su dignidad.