Gracias a la pobre candidatura formada por el PP, a su torpe y agresiva campaña electoral para las municipales, y gracias al hartazgo de la manifiesta inutilidad de lo que durante los veinte últimos años habían sido los gobiernos municipales del PP, en mayo de 2015 la capital de la provincia protagonizó un hecho histórico, insólito, y que puede que no se vuelva nunca a repetir, al conseguir la alcaldía con el apoyo del PSOE el candidato Francisco Guarido, concejal de IU, un buen concejal, crítico con el poder, y que contaba con el apoyo de muchos zamoranos. Después de Córdoba en su día, pasaba a ser Zamora, tan tradicional, tan derechas de toda la vida, la segunda capital regida por un comunista.

Al nuevo alcalde no se le llenó enseguida la boca de faraónicos proyectos ni promesas que no se puedan cumplir. Dijo que caminaría sin prisa ni pausa, y así lo está haciendo. Procurando disminuir el déficit municipal en la medida de lo posible, y dedicando recursos al arreglo de una ciudad que se encontraba en estado de abandono tras el paso por la alcaldía de los munícipes del PP. No es que se note mucho todavía, la verdad, más bien poco, pero queda tiempo para tantas cosas que faltan por hacer. El equipo IU-PSOE está trabajando y sus integrantes se entienden bien. Hay que destacar la labor del primer teniente de alcalde, el socialista Antidio Fagúndez, sirviendo de parachoques en ocasiones, dando la cara en otras y haciendo de relaciones públicas y representante del Ayuntamiento en la mayoría. Se está revelando como un político joven suficientemente capacitado para mayores empresas.

Si en este aspecto el alcalde está cumpliendo, han ido surgiendo sin embargo a lo largo de su mandato una serie de incidencias en las que el político comunista parece haber asomado por encima del cargo institucional. Guarido sabe perfectamente, y no necesita renunciar a su ideología para ello, que es el alcalde no solo de quienes le votaron sino el alcalde de todos los ciudadanos de Zamora y eso es algo que debería tener muy en cuenta pero que a veces es como si olvidase. Fue primero lo de llevar al edificio municipal al que era coordinador de su partido, Cayo Lara, y luego y más sonado lo de homenajear en el mismo Ayuntamiento a la familia de un brigadista rojo, a la que se entregó una bandera republicana. Dos actos que tuvieron que celebrarse en la sede de IU, sí o sí, sin discusión. Y ahora, sorprende con sus críticas al rey, cuya invitación a la recepción del 12 de octubre califica de prehistórica y discriminatoria.

Y todo ¿por qué? Pues por algo tan simple como que, siguiendo la norma de todos los protocolos, la Casa Real invitó al alcalde y a su esposa, algo que ha molestado al regidor que estima que a Laura Rivera debía habérsela invitado como teniente de alcalde que es, no como su mujer. Ridículo, como lo de llamarlo prehistórico, aunque de esto, de prehistoria, saben mucho los comunistas que hace 92 años que tienen expuesta la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. Es dudoso que pueda encontrarse algo más prehistórico ya que el comunismo. El caso es atacar la institución monárquica, por donde sea y como sea. Estremece pensar que si no hubiese rey, o González o Aznar pudiesen presidir una república.