Hay noticias que son una hiperbólica repetición de lo que se oye en las conversaciones urbanas. Ayer, lunes 17 de octubre, leí dos que harán ruborizar a bastantes personas encargadas por el pueblo para gestionar la vida de los ciudadanos de a pie o de algunos partidos muy conocidos: la primera se refiere a las comunidades autónomas; la otra, a la distribución que se hacía de las comisiones por adjudicar en Madrid la construcción de vivienda protegida.

Lo de la esplendidez hay que entenderlo sobre la asignación de dinero cuando se trata de darlo a personas ajenas; en la distribución se cumplía, según se ha demostrado, un reparto acomodado a la norma bien aplicada, según aquel dicho: "Si el que reparte bien reparte, dejará para sí la mejor parte". Darlo a personas ajenas se cumple en los dos supuestos, ya que en el caso de las comunidades autónomas parece que se halla en los sueldos la erogación; y en el caso de las comisiones, el administrador distribuía el total del dinero entre varios perceptores incluyendo su propia cuenta como importante beneficiada.

Por lo que se refiere a las comunidades autónomas, sale de ojo el aumento en la enorme cantidad de cuatro mil millones lo que se ha aumentado desde hace tres años. Los administradores de las comunidades han gastado esas cantidades para beneficiar a sus asalariados, sean los que ya estaban ahí o los que hayan llegado a un nuevo puesto de trabajo. Pero, si "ha salido de ojo" es porque existe asignación excesiva de cantidades sin que se haya advertido ese aumento del gasto correspondiendo a una mejora de los servicios. Porque se da la circunstancia de que las comunidades más notorias han sido: "Cataluña en 900 millones y Andalucía en 800 millones"; y no se ha experimentado mejoría en los servicios en ninguna de las dos comunidades.

El reparto que se hizo en la Comunidad de Madrid de las adjudicaciones de obra de vivienda social, tuvo como administrador responsable al hoy recluso Francisco Granados. Y en ellas, aparte del propio Granados y la Comunidad, se beneficiaron ayuntamientos del PSOE, de IU y del PP. Aunque no se suele hablar de ellos, los constructores se beneficiaban y por eso pagaban tales comisiones. Esos no eran tan espléndidos, puesto que pagaban, por el favor de recibir la adjudicación de la obra, de 3.000 a 6.000 euros por vivienda; y todos sabemos a cuánto asciende el precio de una vivienda en la Comunidad de Madrid. Su intermediación se daba entre los ciudadanos que compraban las viviendas y los que se lucraban de las comisiones. Todo contribuía a poder calificar de "público" el dinero implicado en el negocio.

Creo que todos convenimos en que todo dinero ajeno -y por consiguiente también el dinero público- debe ser muy delicado en el trato. En el terreno particular solemos llevarlo con notoria delicadeza; podemos ser descuidados o incluso espléndidos con nuestro propio dinero, pero las personas respetables ponemos todo el cuidado del mundo para que no sufra merma alguna el dinero ajeno que nos haya llegado por préstamo, depósito o cualquier otra manera. De la misma manera que somos escrupulosos en admitir lo que nos puedan confiar para nuestros hijos o persona que dependa de nosotros: podemos rechazar cualquier donativo que se nos quiera ofrecer para nosotros; pero no debemos rechazar el que se nos haga para esas otras personas que dependan de nuestros comportamientos. El dinero ajeno merece tal respeto que no está en nuestra posibilidad "jugar" con su mantenimiento.

Del mismo modo aquellos que ocupen un puesto público, si han de administrar o mantener dinero público, han de ser escrupulosos en su administración, para que no haya merma alguna en las cantidades que se le confíen. Y ese cuidado deben observarlo en el gasto, aunque tal gasto consista en asignar un justo salario para quienes trabajan en la parcela de lo público confiada a su custodia. Esa forma escrupulosa de proceder debe observarse para no exigir o admitir comisiones a quienes solicitan permiso para realizar obras. Para ello, háganse las adjudicaciones con estricta justicia, sin tergiversar o alterar el orden y demás requisitos de adjudicación. De esa manera quedará eliminada la posibilidad de ser generoso en el reparto; aunque no se beneficie la propia cuenta.