Leía yo en un periódico local del pasado siglo, en tono jocoso, que en octubre de 1459 el "sheriff" de la ínsula de Zamora había convocado reunión de los rabadanes de la ciudad para tratar asuntos que no eran del agrado del vecindario.

A propósito del tema, el comentarista recordaba el proverbio: "Reunión de rabadanes oveja muerta". Antes de seguir con la materia de referencia, es bueno recordar que la definición de rabadán es "pastor responsable del cuidado de un rebaño en las cabañas de ovejas merinas trashumantes".

La historia a que se refería el periódico era sobre una reunión de los responsables del Ayuntamiento, alcalde y concejales (entonces se llamarían caballeros capitulares) para deliberar sobre el proyecto económico para el siguiente año, aumentando las gabelas, los sueldos y las plazas, al objeto de que los servicios estuvieran mejor atendidos. Hubo acalorada discusión entre los asistentes, barajaron cifras, hablaron de nuevos arbitrios y de impuestos gravando puertas y ventanas, con lo que los vecinos quedarían más agobiados con tantos gravámenes que ya venían soportando.

Aquellos acuerdos municipales puede que no tuvieran nada de novedosos, puesto que tratar de presupuestos y de impuestos es lo más normal en la gestión de los munícipes; pero que a éstos se les denomine rabadanes a las órdenes del sheriff no tiene gracia, porque aquí los ciudadanos quedan como ovejas del rebaño.

Dejando de lado las venturas y desventuras de los regidores municipales, parece oportuno referirnos a la figura del rabadán: Era el encargado de un rebaño formado por algo más de mil ovejas, rendía cuentas ante el mayoral. No cuidaba directamente del ganado en las dehesas, aunque controlaba la organización y cuidado del rebaño.

En los pastos de verano se encargaba, generalmente formando pareja con el zagal, del cuidado de la cabeza del rebaño, haciendo turnos con el "ayudador" y el "sobrado" que formaban otra pareja.

Como a los otros pastores, se le permitía tener en el rebaño del dueño unos animales de su propiedad, lo que se llamaba la excusa, sin tener que pagar por ello. La escusa del rabadán solía ser 53 ovejas, 12 cabras y 5 yeguas. En general, la escusa era la principal fuente de ingresos del pastor, mayor que el sueldo en metálico, lo que estimulaba a los pastores a esmerarse en el cuidado del rebaño.

Además de los ingresos, la cabaña proporcionaba a los pastores el pan, así como aceite, vinagre y sal. También se le pagaba el médico y las boticas en caso de enfermedad propia, y en caso de enfermedad de algún familiar se abonaban los viajes, el sueldo completo y se le conservaba el puesto de trabajo.