La atención de los españoles parece estar puesta en dos juicios en concreto, el de las tarjetas negras, opacas, abusivas, vergonzosas o como usted quiera llamarlas, y en el juicio contra la trama Gürtel, por cierto, "gürtel" es un sustantivo alemán cuyo significado es "cinturón", digo yo que la Guardia Civil puso nombre tan acertado en "honor" a Francisco Correa Sánchez, el jefe de la red Gürtel. Sin embargo, hay otros casos y otras cosas que merecen la misma atención. En lo público y en lo privado la corrupción campa por sus respetos y de mierda hasta el cuello están incluso los honorables sindicatos patrios.

Voy con la noticia. La federación andaluza de UGT, liderada desde 2014 por una mujer, Carmen Castilla, utilizó en la etapa de su antecesor, Manuel Pastrana, locales cedidos de forma gratuita por el gobierno central para engañar a la Junta de Andalucía en la justificación de subvenciones millonarias que recibió durante años para que impartiera cursos de formación. Sube una peste nauseabunda, la que despide la corrupción, por Despeñaperros. Del cortijo en el que tantos convirtieron la totalidad de las provincias andaluzas no se ha contado todo. Hay todavía muchos "flecos" pendientes que afectan a infinidad de políticos de todos los grados, a centrales sindicales y a empresas de distinto trapío.

Aquí cabría decir aquello de: "Quien esté limpio de culpa que lance la primera piedra". Mucho me temo que poquitos podrían coger el pedrusco para lanzarlo, porque de no estar lo suficientemente limpios, tendría trayectoria de boomerang. Lo que sí hay que hacer de una puñetera vez es lapidar a la corrupción, desterrarla de la vida pública y de la privada. Acabar con los casos y las cosas, afecten al partido que afecten. Hay que depurar la vida política y la sindical pero también hay que arremeter contra los empresarios que utilizan prácticas mafiosas para enriquecerse. Y no crea que esos empresarios viven única y exclusivamente en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia Coruña o Bilbao. Nuestra amada y nunca bien ponderada Zamora tiene su correspondiente nómina de empresarios tocados por la corrupción que no aguantarían una inspección de Hacienda, de la Uco o de quien sea.

La Guardia Civil, que no se detiene ni en su día, en la tarea investigadora para tratar de frenar la corrupción que no decrece, acusa al sindicato UGT de fingir el pago por inmuebles que estaban cedidos de forma gratuita. Lo que los desaprensivos que realizan estas y otras prácticas consiguen es hacer perder la confianza en siglas que deberían ser honorables, por su tradición que no ya por su trayectoria salpicada de demasiados escándalos. Más de cuatro millones de euros ha timado la federación andaluza de UGT a la propia Junta. Y eso no le puede salir gratis a nadie. Que lo devuelvan para que ese dinero vaya a parar a las personas que viven en el umbral de la pobreza o en riesgo de exclusión y que estos listos paguen con la vergüenza de que sus nombres se hagan públicos y ocupen el lugar que les corresponde en el banquillo de los acusados. Estos, los otros y los de más allá. Todos los que han cogido del cajón común lo que no era suyo y que están de mierda hasta el cuello.