Una asiste a los actos del Día de la Provincia que este año contó con más alcaldes que nunca, aunque se echaron en falta rostros de sobra conocidos, y se siente orgullosa de los primeros ediles de tantas localidades de la provincia. Hombres y mujeres curtidos en el trabajo y no solo el político. Hombres y mujeres que dignifican el medio rural, que lejos de ir de víctimas de un medio que cuenta con tantos abandonos, sienten el orgullo de pertenencia al colectivo, bien agrícola, bien ganadero, al que pertenecen profesionalmente, y al lugar que habitan. Hombres y mujeres que ayudan a cambiar cada día, con humildad, con modestia, con esfuerzo y con coraje, cuántas veces sin los necesarios recursos, el destino de la localidad cuyo Ayuntamiento presiden.

Una creía en su ignorancia, que los llamados alcaldes del cambio lo eran en el sentido de cambiar la precaria situación social por la que pasan tantos de sus convecinos. Los que llegaban dispuestos a darlo todo, a potenciar la igualdad, la solidaridad, la justicia, a empaparse de pluralidad, de la necesaria dignidad tantas veces perdida en casos intolerables de corrupción, en fin de todos esos valores que han dejado de serlo por desuso. Sin embargo, descubro horrorizada que los alcaldes del cambio, llámense Ada Colau, Manuela Carmena, el Kichi gaditano o Dolors Sabater, la alcaldesa de Badalona, se autodenominan precisamente así porque han llegado a sus despachos dispuestos a cambiarlos a base de quitar las fotos del jefe del Estado español, a base de sustituir unos bustos por otros, a base de cambiar unos nombres por otros, a base de cargarse ciertas tradiciones de raíz secular, a base de quitar las fiestas que no les interesan, a base de hacer laborables los días festivos nacionales, a base de auténticos despropósitos.

Tal y como piensa hacer la alcaldesa de Badalona, cuyo Ayuntamiento, que lidera el partido de la Colau, tiene la intención de que sus dos principales edificios de oficinas abran por primera vez en la Fiesta Nacional del 12 de octubre. Son ganas de fastidiar y de joder al prójimo, entendiendo por tal a los funcionarios que tendrán que trabajar de cara al público en un día inhábil cuando no es posible registrar documentos u obtener certificados. Ese es el cambio que quería está gente de la que la mayoría de ciudadanos no se muestra muy contenta puesto que tienen que soportar sus arbitrariedades que acaban pagando precisamente los que pagan religiosamente sus impuestos.

Gente así es insostenible en puestos de esa relevancia. No saben gobernar para todos. Lo hacen para sus intereses, en función de su ideología y para aquellos que les votaron. Mientras estos y otros alcaldes no se quieran enterar de que gobiernan para todos los ciudadanos y cuando digo todos me refiero a la totalidad del censo, no serán nunca jamás buenos gobernantes. Eso de que a esto acudo y a esto no porque no me sale del forro; con estos estoy y con estos no porque mi religión me lo impide; con estos me reúno y a estos otros que les den por el saco porque no son de los míos, tiene que acabarse, tienen la obligación de entrar en razón y no a saco en la institución que presiden como han hecho y hacen tantos alcaldes de los llamados del cambio. Prefiero a los alcaldes de mi tierra, sin falsas pátinas de modernidad.