Berrardim Ribeiro, escritor portugués del siglo XVI, escribió una famosa novela sentimental y pastoril, cuya primera edición realizada en Ferrara llevaba el título de Historia de Menina e Moça. Título que ha llegado a ser en el país luso una popular frase hecha y que Ary dos Santos con la poesía y Paulo de Carvaho con la música le dicen a Lisboa, como un requiebro, en el fado que lleva este título. Muchos portugueses aficionados son capaces de corear con calor su estribillo, cuya traducción podría ser algo así: "Lisboa niña y moza, moza/ La luz que mis ojos ven tan pura / Tus senos son las colinas, marinera / Pregón que me trae a la puerta ternura / Ciudad a punto de luz bordada / Mantel a la orilla del mar extendido / Lisboa niña y moza, amada / Ciudad amor de mi vida".

Lisboa es saudade, como no podía ser de otra manera. Con mil colores, la ciudad es azul, es amarilla o blanca y quizá rosa o limón; tiene un cielo luminoso, aire marino y un bullicio muy vital. Un tráfago de ruidos, olores y tranvías entre calles de edificios nobles con abolengo barroco, o casas pequeñitas y humildes, arracimadas con desorden moro, que parecen hacer de la gran capital del antiguo imperio trasatlántico una pequeña ciudad de provincia, que desde nuestra óptica podríamos decir mitad andaluza, mitad gallega, aunque esto no dejaría de ser quizá una mala traducción... Lisboa es mucho más, es un lugar mágico de llegada y de salida. Y no hace sino responder a su nombre, pues fundada según la leyenda por el Ulises mítico, recibió el nombre de Ulisipo - Ulissipona - Lisbona - Lisboa. Quizá por eso es la ciudad abierta a los cantos épicos de Os Lusiadas que marchan a hacerse con el mundo, pero también es la ciudad cerrada de la Oda Marítima del poeta Álvaro de Campos, parada en el muelle, un muelle que no es sino "uma saudade de pedra".

La novela de Bernardim Ribeiro, en posteriores ediciones, publicadas ya en Portugal, llevaba un nuevo título: Saudade, que también a Lisboa le viene bien. Lisboa es una ciudad de Ulises. Ciudad de viajeros con saudade, ese sentimiento de algo así como el dolor de la ausencia, el recuerdo de la presencia y la esperanza del reencuentro. Saudades de los que de allí han partido o que a ella han llegado alguna vez en busca de sí mismo, en el viaje de la vida. También por eso en Lisboa se encuentra la incertidumbre de la irresolución y el deseo de volver. Irresolución que pone en la luz de Lisboa, ciudad de luces, una atmósfera muy propia, reflejada en versos de Eugénio de Andrade como: "Esta niebla sobre la ciudad, el río, / las gaviotas de otros días, barcos, gente /apresurada o con todo el tiempo para perder; / esta niebla donde empieza la luz de Lisboa, / rosa y limón sobre el Tajo, esta luz de agua, / nada más quiero de escalón en escalón".

Y Lisboa claro que es saudade, recuerdo, estado del espíritu que revive el dolor de la ausencia y prolonga la presencia. Lisboa siempre espera, allí, anclada en los muelles del Tejo, dorada por el sol o entrevista tras la niebla, cantando entre flores y brisas, en espera de todos los Ulises que regresan para alcanzarla, de escalón en escalón.

Ángel García Prieto