No será el juicio final, porque habrá detrás otros muchos por los innumerables casos de corrupción política, pero sí que es otro gran juicio, después de más de siete años de instrucción judicial y con 37 imputados por el escándalo Gürtell, de los cuales el cabecilla de la trama, el tal Correa, y el extesorero y exsenador del PP Luis Bárcenas serán principales protagonistas. Ello, mientras Rajoy se dispone a ser investido presidente para formar un nuevo Gobierno.

Además, y en paralelo, se está celebrando también en Madrid la vista por otro escándalo de mucho impacto en la sociedad española, el caso de las "tarjetas black" de la antigua Caja Madrid, luego nacionalizada como Bankia con un costo de 20.000 millones del erario público, y de las que fueron beneficiados los 85 acusados, la mayoría políticos y algún sindicalista, todos ellos consejeros o altos cargos de la entidad. Los dos principales imputados, sus expresidentes, Blesa, y Rato el que fuera vicepresidente del Gobierno del PP con Aznar, se han limitado a declarar que consideraban la libre disposición de las tarjetas como una parte de su salario. Ello, igualmente, mientras Rajoy espera a ser investido presidente de suma y sigue.

La impresión que ofrecen los hechos que se conocen y lo que va saliendo y saldrá en el juicio de Gürtell es que esta gente no está unida por ninguna ideología, ni sentimiento, sino por una oscura y vasta red de intereses creados y compadreo que la misma corrupción va ampliando y en la que hay por medio enormes sumas de dinero a repartir. Hasta 12 millones de comisión en efectivo o en especies, coches de lujo muy especialmente, se pagaron entre 1998 y 2005 por lograr contratos, adjudicaciones o compras de terrenos edificables. Eran millones de pesetas, pero aun así muchos millones. Claro que mucho mayor era la cantidad que Correa declaró haber entregado en total al entonces tesorero del PP, Bárcenas, cantidad que cifraba en unos mil millones de pesetas puestos en Suiza.

Es un mundo, o un submundo, de paraísos fiscales, con Ginebra como epicentro pero con conexiones por todo el mundo, atendidas por expertos en las finanzas oscuras, que forman un entramado muy difícil de seguir el rastro, y en este sentido hay que destacar la extraordinaria labor que viene realizando la policía española especializada en estos asuntos. Porque no solo había dinero, presuntamente, para todos los participantes sino también para la financiación B y los sobres en negro del PP en el que los de Gürtell se habían parasitado, con Madrid y Valencia como focos principales, algunas de cuyas autoridades llegaron a ser "amigos del alma" de los corruptos.

Hay tantas pruebas, tantos documentos, que les va a ser difícil a los del banquillo librarse, en teoría, claro, de los más de 700 años de prisión que pide la Fiscalía, 125 de ellos para Correa, que no era un político sino una especie de empresario conseguidor que supo rodearse de politicastros de medio pelo, tan abundantes como propensos a la corrupción. Unos años de cárcel y a vivir con el bolsillo lleno.