El sábado 1 de octubre tuvo lugar en la sede principal del PSOE, de la calle Ferraz de Madrid, un espectáculo bochornoso, a juicio de militantes significados del Partido Socialista Obrero Español. Una verdadera guerra civil dividió en dos mitades aproximadas a los integrantes del comité general; faltó poco para que esa guerra terminara en un declarado enfrentamiento, llegando "a las manos" ambas secciones. Si la televisión no presentó todo el litigio, nos ofreció lo suficiente para asombrarnos con el luctuoso espectáculo. Las consecuencias fueron catastróficas: el punto culmen fue la dimisión explicada del secretario general. La siguió el hecho esperanzador de la formación de una comisión gestora que, en el deseo de todos los que amamos a España y respetamos al centenario Partido Socialista, pronosticaba una rápida y eficaz resolución del grave problema planteado.

Sin embargo las noticias divulgadas a principios de esta semana han difuminado la esperanza y hacen temer un enfriamiento del ambiente. Habría podido creerse que era inmediata la adopción de la postura abstencionista que nos llevara a la formación del gobierno urgentemente necesario para España. Y el lunes, día tres, nos presenta tres posturas, ajenas todas ellas a esa abstención, al menos de una manera significativa: Unos manifiestamente se presentan como partidarios del no que defendió el secretario general dimisionario, otros prefieren retrasar las decisiones hasta fechas avanzadas de este mes de octubre y otros, finalmente, abogan por el gobierno alternativo que formaría el PSOE con Podemos y los independentistas. Parece que esta última solución no es admisible; desde luego llevaría al PSOE a una total ruina en unas elecciones generales; una ruina que repudia todo el mundo, no solo entre las filas socialistas, sino incluso en el mismo Partido Popular, que parece beneficiado con todo lo que signifique deterioro del principal partido que se le opone. El mismo sentido común pide que, en el caso de que el PP pudiera formar gobierno, tenga frente a él una oposición fuerte, que pueda puntualizar sus decisiones y hasta modificarlas en sentido beneficioso para España. Pero, ¿qué hay que decir de las otras dos soluciones? No son tan rechazables.

Y hasta el mismo Partido Popular, que tan partidario se ha mostrado de una solución urgente, es invitado ahora por sus dirigentes a que espere paciente la "reconstrucción" de un PSOE normal. Ha sido este, tal vez, el resultado más sorprendente y contrario a la exigida solución urgente de la falta de Gobierno en España. Parece que la lamentable situación actual de la política española exigía otra cosa, mucho más de acuerdo con lo que hacía esperar el cisco del sábado en la calle Ferraz. Todos esperábamos que, al apartarse por decisión propia el secretario general, que en su declaración dijo, con toda claridad, que se iba porque no estaba de acuerdo con la abstención planteada en la reunión del comité del partido. No obstante, los resultados constatados en las manifestaciones escuchadas nos llevan a esperar otra cosa: nos hacen temer que la demora hasta finales del mes de octubre ocasione, sin remisión, la convocatoria de las elecciones generales para diciembre, en la fecha que ya se está proponiendo para evitar que coincidan con la fiesta de la Navidad.

Nos mantiene en la esperanza la premura con que el presidente de la gestora inicia su ronda de conversaciones con todas las fuerzas políticas. Solo hace falta que a esa premura corresponda la agilidad en tomar la decisión presumible de abstenerse para permitir que Rajoy asuma la presidencia del Gobierno de España. La naturaleza dialogante que se reconoce al señor Fernández hace esperar su éxito en conseguir la ansiada unión del Partido Socialista y, con la unión, la convicción de lo manifestado por él mismo cuando dice que "no es lo mismo abstenerse que apoyar". Porque la verdad es esa: si los socialistas se abstienen en la investidura, pueden ejercer una oposición fuerte, incluso modificativa en el sentido arriba manifestado: la abstención, al contrario del sí, es apartarse del camino para que pase el que solicita la investidura; una vez que esta se produzca, la batalla está planteada y cada cual puede ofrecer, con toda libertad, su idea de la gobernación. Sin tener preferencia por uno u otro partido, la necesidad de España nos puede conducir a manifestar una sorprendida decepción por el resultado que vemos hoy de la clara revolución de aquel sábado; y pronunciar el dicho castellano: "Para este viaje, no se necesitaban alforjas".