Quienes han ganado con el grave cisma del PSOE no han sido los llamados críticos, los del golpe de mano digno de un sargento chusquero, o de un cabo, como bien dijo el exministro Borrell, ni los que llegaron a Ferraz con el cuchillo entre los dientes, ni los tapados y personificados en la voluntad de la andaluza Susana Díaz erigida a sí misma en jefa implícita de este partido socialista descabezado y a la deriva; no, porque quien ha ganado ha sido Rajoy, evidentemente, que ha pasado tras la bochornosa guerra interna del PSOE, a una cómoda situación en la que casi se va a poder permitir el lujo de elegir entre el ser investido con la abstención del PSOE o no optar a la investidura dado que ni siquiera con el apoyo socialista tendría garantizada la gobernabilidad. Lo que haría que el rey tuviese que convocar las terceras elecciones que tal vez le darían, ahora sí, una aproximación suficiente y posible a la mayoría absoluta, dado el grado de desgarro de la sociedad española con respecto a su clase política.

Pero porque no parecen fiarse demasiado en el PP de las encuestas y por aquello de que más vale pájaro en mano que ciento volando, lo seguro al cien por cien es que finalmente Rajoy será investido como presidente del nuevo Gobierno, con la abstención del PSOE, de esa gestora que encabeza el asturiano Javier Fernández, presidente de aquella comunidad autónoma, quien ya se ha pronunciado en contra de forzar comicios en diciembre. Para eso hicieron su revolución, para entregar el Gobierno al PP, aunque ahora lo harán rendidos y sin condiciones, pues si Sánchez hubiese podido obtener de Rajoy una serie de concesiones a cambio, los de la gestora ya no están en condiciones de exigir, por más que algunos de los protagonistas del golpe de mano se hagan ahora los estrechos y declaren entre melifluos remilgos y pucheritos, caso de los socialistas andaluces y los extremeños, que están por el no a Rajoy, lo mismo que Sánchez. Pero saben que unas nuevas elecciones serían el hundimiento total del PSOE.

Por su parte, el ex secretario general y candidato ha anunciado que va a seguir como diputado, y en este caso, sí, es lógico quedarse en el escaño. Incluso algunos le animan, y parece que Sánchez no lo rechaza del todo aunque es fácil imaginar su estado de ánimo, a presentarse de nuevo a las primarias, si las hay, pues partiría de salida con ese alto porcentaje de militantes y electores que han estado a su lado, leales ante la consumación de la traición. Claro que como para creer a partir de ahora en la democracia interna del PSOE. Y en el mismo PSOE, con un Felipe González convertido en portavoz o así del poder económico, pronunciándose contra quien era el secretario general por libre elección e instando a abstenerse en favor de Rajoy y un PP manchado por la corrupción en vena, con los imputados por los escándalos de las "tarjetas black" y de Gürtell en el banquillo. Después de lo cual todo era posible, y así ha sido. Ya lo dijo años atrás el propio González: que el PSOE había detentado el poder político pero que el auténtico poder, el económico, lo habían ostentado los de siempre. El miedo era que Sánchez, a última hora, formase Gobierno con Podemos y los nacionalistas, y ello desató las furias del averno.