El punto omega de la ciudad es el conjunto que se desarrolla en torno a su Catedral. Por sus orígenes y su significado histórico podríamos afirmar que es el enclave mas importante de la ciudad. Pero desgraciadamente no ha tenido la atención debida por parte de gobierno y entidades municipales. Sí ha sido objeto de aportaciones concretas de edificios o intervenciones urbanísticas, que han servido de paliativos para compensar tanta deficiencia. Y es que a todo ese conjunto de monumentos, parques, edificaciones varias, se le ha negado el carácter unitario que cualquier planificador sensible debería haber asumido. Aquí, cada paso que se ha dado ha sido bajo la premisa de que esa actuación local no preveía las consecuencias probables que iba a tener sobre el conjunto. Y pasa Plan tras Plan, y todo sigue igual, que aquí solo corre prisa planificar para poder ocupar las tierras sin cultivar, que prometen cosechas nunca soñadas con esta reciente industria de sobrenombre urbanismo. Aquí, en el entorno de la Catedral, no se hace nada que contemple el largo alcance de un futuro mejorado, a excepción de inversiones costosísimas y muy concretas como con las obras realizadas en el Castillo, o con el nuevo edificio del Consejo consultivo. Y ahora, sin los conventos que eran los últimos obstáculos para enderezar la situación, pues vamos y tiramos de parcela, que necesitamos el dinero y este juego de la especulación nos va a proporcionar muchas alegrías. Todo este panorama confirma el papel fraccionador con que se contempla cualquier decisión que afecte a este entorno. Es que no se produce un momento de reflexión de lo que significa este espacio olvidado de la ciudad, pero tan rico de recursos ambientales y culturales. De vez en cuando los operadores que se ocupan del turismo de la ciudad se llevan las manos a la cabeza por el triste papel que tienen este tipo de actividades dentro de la esfera económica de la ciudad. Y es que uno, criado entre los paredones y espacios recoletos de estos barrios, no puede adivinar el atractivo que pueda sentir un visitante actual ante estas edificaciones, que ofrecen tan solo su vieja forma pétrea como fortaleza guerrera, tapia conventual o pared ciega de panera .Y que unos jardines raquíticos sin porte alguno son incapaces de aportar el blando toque visual que solo la Naturaleza podía aportar. Y todo este marasmo que ya es milenario, ¿va a corregirse con el proyecto mágico de unas arquitecturas geniales? Ahí están los resultados: cada vez que vuelvo a recorrer este entorno solo veo una imagen de amodorramiento general en el ambiente, tal como les ocurre a los enfermos en su fase preagónica. Hemos ido quitando actividades que daban vida a esta parte de ciudad. Y para compensar se le ofrecen restos arqueológicos o museos históricos. ¡Pero si hasta para organizar todo este entramado turístico-monumental se necesita una planificación! Que no me digan que la Iglesia tiene en mente una serie de museos para acoger todo el legado tan rico y variado que posee. Si se pone a vender sus propiedades se están perdiendo oportunidades de oro que no volverán repetirse, para anticipar con un Plan lo que posibilitase su ubicación. Ahí tenemos el ejemplo del Museo de Semana Santa en busca de un espacio que está esperando la financiación que va a pagar cara.

Para recuperar una senda sensata del desarrollo de esta zona tendríamos que intentar recuperar un relato que desde sus orígenes recoja los vaivenes que se han producido a lo largo de su historia, pues es la única forma de entender las líneas que vayan marcando su desarrollo futuro. Y con ello, recuperar el carácter unitario que tuvo en los albores de su fundación. Remontándonos tan solo al momento previo a las guerras napoleónicas, este enclave formaba un conjunto urbano en el que el caserío saturaba el espacio entre las dos piezas monumentales que señoreaban el conjunto. Con la ocupación de las tropas francesas todo ese caserío queda reducido a escombros para que las tropas tengan un campo de maniobras, que en su momento la ciudad aprovechó para convertirlo en parque. Estamos a principios del siglo XX y después de tantos años no ha podido desarrollar frondosidad que amortigüe el impacto de tanta superficie pétrea. Sigamos con la descripción monumental. En resumen tenemos: Un monumento eclesiástico enfrentado a otra mole, asiento del poder civil de un Castillo, que es una pieza más de la línea de murallas de la ciudad. Es un enfrentamiento muy medido porque está lleno de referencias recíprocas que se alimentan entre sí y que se concretan en sus estructuras arquitectónicas. Así, tenemos una torre que es un vigía que domina el paisaje más allá de la línea defensiva del río y alertaba de cualquier intrusión del enemigo. Y sin perder su función eclesiástica la torre seguía anunciando a los fieles el cumplimiento de sus devociones. Por otra parte la disposición de la nave catedralicia se hace con su acceso principal mirando al Castillo, porque ahí es donde se dirigen las preferencias de las funciones representativas y del culto. Pasan años, siglos y en pleno Renacimiento se decide alterar la organización de los accesos al edificio y se crea un pórtico monumental que pone la primera piedra a la escenificación principal de su imagen de cara a la ciudad. Es una operación traumática, pero que el poder eclesiástico no duda al elegir la medida más eficaz que demuestre la nueva relación espacial del templo con el tejido urbano en donde moran los ciudadanos. El nuevo pórtico no tiene nada que ver con la organización románica de su estructura pero tiene la virtud de mostrar de forma gráfica el efecto del hueco gigante de bocina voceando en dirección de los barrios habitados. Es una actuación que deberá completarse en el futuro con una adecuación del tejido residencial compuesto con las traseras de edificios conventuales, en unas nuevas estructuras a tono con la magnitud del nuevo portal. Si no ¿a qué abrir un pórtico gigante a unas tapias propias de corral? Es una situación que tenía ya sus antecedentes, como había sucedido con la basílica de San Pedro de Roma, que recién acabada se encontraba con un barrio marginal que dificultaba un acceso digno del monumento proyectado. Y que resolvió el arquitecto Bernini con su famosa columnata. Aquí teníamos unas traseras que cerraban huertos o corrales dependientes de los conventos recientemente desalojados. Pero no se ha hecho una lectura de las interacciones de las diversas estructuras que forman este conjunto, pues se actúa con la seguridad que da la actuación simple e inmediata. Los corrales se sustituyen con edificaciones para un vecindario de una zona depreciada en el mercado inmobiliario, guardando las alineaciones y ocupación previstas en un Plan que siempre se ha mantenido fiel a sí mismo. Total: todo se va reducir a ocupar las huertas para compactar como en el resto del centro. Y lo mismo con la propia obra oficial como la del Consejo Consultivo, que se contagia del recuerdo de las tapias del pasado y se concibe un edificio cristalino protegido con muretes de piedra, tal como se haría en la exposición del falso Pueblo Español de Barcelona. Una cosa es el contenido del edificio y otra es la envoltura, que pertenece a medias con la ciudad. Como la Historia que nos deja su huella, y tampoco podremos eludir los accidentes que han ido arrojando las formas del pasado. Lo comprobamos con los usos y tipos de edificación que se han producido en este entorno. Tenemos que previamente al edificio del Consejo Consultivo se encontraba en su mismo lugar un colegio correccional para jóvenes descarriadas, de métodos muy propios de la época. Las tapias de los conventos abandonados y el espíritu estricto del reformatorio han dado paso a las formas del nuevo Consultivo. Por otra parte, el Obispado quiere desprenderse de lo que considera superfluo: vende un cuerpo anexo a la Catedral que cierra la entrada al parque. Es una edificación de almacén, impropia de este espacio al que dan solo huertas de los conventos. Son anexos que han contenido los diversos usos que sus nuevos dueños han considerado mas rentables. ¡Me acuerdo de sus comienzos como bar de copas! ¡Qué ejemplo de apertura en que lo sagrado y lo profano han acercado tanto sus posiciones! Ahora sirve para una causa cultural, porque provisionalmente aloja el prometido museo de Baltasar Lobo. Cada espacio tiene marcado su sello y no es fácil que se desprenda de él. Ahora con un nuevo vecindario enfrente de la masa pétrea de la Catedral es tarea ardua alumbrar de noche esos espacios que se abren frente a los balcones de los nuevos ocupantes del barrio. Y de día, los espacios inmisericordes de losas y muros de piedra, delimitados entre el monumento y la triste realidad de unos turistas desorientados, en busca de un cacho de sombra.