Parece que ya no hay ningún remedio ni posibilidad y el cambio en España quedará a medias, frustrado, pues el motín del PSOE, una ruina y un caos de partido, ha excluido cualquier alternativa por inviable que fuese y condena al 70% del electorado que no ha votado a Rajoy sino a otros diversos candidatos a tener que aguantarle y sufrirle nuevamente, aunque se espera que pueda ser por poco tiempo, que la esperanza es lo último que se pierde. Ha sido, y lo seguirá siendo, Rajoy, el presidente de un Gobierno por excelencia al servicio del poder económico, de la oligarquía y de las élites, incluida la política. La larga y dura crisis fue trasladada íntegramente sobre las espaldas de las clases medias y de las capas sociales más débiles y desfavorecidas, con un paro inmenso que solo se ha reducido aparentemente a base de contratos temporales y sueldos mínimos, empleos, en fin, de cara a las estadísticas.

Ahora, tocará de nuevo aguantar los rollos de Rajoy con su clásica y plomiza recurrencia a la macroeconomía, debidamente adobada y cocinada. Porque los datos macroeconómicos son los más alarmantes precisamente en la situación actual, con una deuda pública histórica, la mayor de la historia de España, y que supera al PIB, con lo cual queda dicho todo. Pero no solo esos datos porque aunque no se puede negar y no se niega que se haya producido una cierta reactivación del consumo, lo cierto es que la situación sigue siendo peliaguda para la mayoría de la población, para esos que no son ricos ni viven de la política, o sea para los asalariados, más de la mitad de los cuales apenas si pasan de ganar mil euros mensuales; para los pensionistas, con las percepciones prácticamente congeladas desde hace años; para los pequeños comerciantes, cada vez más asfixiados para mantener sus negocios; para los autónomos sin apenas recursos ni soluciones de continuidad; para los trabajadores en precario, para los parados, para una gran mayoría de los españoles, en definitiva.

Y es que se sigue muy lejos de la Europa próspera y desarrollada de los grandes. Aquí se llama desarrollo a tener el AVE. Pues, vale, pero no es eso. Las diferencias, muy especialmente, se notan en los niveles salariales de los distintos países. En España, el salario medio está en los 26.000 euros anuales, con alguna pequeña subida respecto al estancamiento de los años de la crisis. Pero es que en Alemania, ese país que tiene el doble de habitantes y la tercera parte del número de políticos que el nuestro, el sueldo medio supera los 47.000 euros, casi el doble. Y más del doble en Luxemburgo donde la media salarial es de 55.000 euros al año. Pero fuera de tan pintoresco y singular lugar, que no puede ser tomado como referencia válida, está Dinamarca con 54.000, Inglaterra con 50.000, Holanda, con 49.000, Bélgica con 46.000, Francia con 37.000 y hasta Italia, con 30.000 euros al año como sueldo medio.

Claro que también hay otras economías por debajo y aun muy por debajo, caso de Grecia, con 20.000, la vecina Portugal con 17.000, y las excomunistas Bulgaria y Rumanía, con salarios medios de entre 5.000 y 6.000 euros al año. El que no se consuela es porque no quiere.