Durante este último año en ausencia y en "espera" de un Gobierno, se nos repiten constantemente tres palabras, las cuales brillan por su ausencia y son: diálogo, consenso y pactos. Entre los múltiples temas de posible acuerdo para alcanzar un pacto está la educación, que, a mi juicio, es esencial y fundamental para cualquier país, y más para el nuestro. Concretamente, quería en estas breves líneas (porque es un tema que daría para mucho) plantear la cuestión de la educación concertada católica, que con frecuencia se deslegitima y cuestiona; simplemente basta con mirar al posicionamiento agresivo del gobierno valenciano contra la educación concertada católica, con recortes y complicaciones administrativas que provocan verdaderos dolores de cabeza a los que gestionan dichos colegios.

La primera crítica habitual es "en los colegios católicos no admiten a cualquier chaval", es decir, son elitistas y admiten a alumnos en función de sus intereses. Esto es absolutamente falso, ya que existe una serie de procesos de escolarización igual para todos, que no dependen de la situación económica, de la procedencia o del nivel cultural de los alumnos. Son colegios para todos en los que no se excluye a nadie.

La segunda crítica, quizá la más importante es: "el Estado tiene que pagar y sostener al colegio". En materia de calidad educativa y de financiación económica, tanto la educación católica como la educación pública "van de la mano". Lo que sí que hay que señalar es que el Estado tiene la obligación de asegurar los recursos necesarios para que nunca desaparezca la libertad y por ello garantizar la libertad de los padres para elegir el modelo educativo que consideren oportuno para sus hijos. También me parece importante poner de manifiesto que ni hay ni se debe crear ninguna oposición entre la educación pública y concertada, como en ocasiones sucede. Ambas cumplen la misión de educar a los más jóvenes, cada una desde sus principios que deben ser respetados por el Estado, y así hacer de ellos personas de provecho capaces de "tomar las riendas" de cualquier país.

Finalmente, voy a hacer una pequeña crítica a la educación católica, ya que no se trata de enseñar solo conceptos (que son necesarios), sino que se trata de anunciar a Jesucristo y, anunciándolo, hacer de las futuras generaciones unos cristianos auténticos y comprometidos con los demás, que luchen por un mundo más justo y mejor. Ésta y no otra es la esencia de la educación concertada católica, y si no hacemos esto, estamos perdiendo el tiempo?