A la hora de escribir estas líneas ignoro lo ocurrido en el Comité Federal del PSOE, si es que se ha celebrado normalmente o ha acabado antes de empezar. Lo de "normalmente" pónganlo en solfa; nada está siendo normal por no decir sensato o lógico. Los acontecimientos se han desarrollado con tal virulencia y velocidad que se hace casi imposible realizar un análisis racional. Todos están en posesión de la verdad; todos son inocentes; todos le echan la culpa al de enfrente; todos tienen la ley y los estatutos de su parte; todos aportan solución para casi todos los problemas y, claro, rechazan la del contrario; todos hablan en nombre de la militancia; todos se amparan en la trayectoria y prestigio de unas siglas históricas; todos reclaman cambios de rumbo, refundaciones y unidad? pero únicamente bajo sus premisas; todos? y así podríamos seguir hasta que se pusieran de acuerdo, que, a este paso, va a ser jamás de los jamases; las heridas son ya demasiado profundas y sangrantes; las cicatrices tardarán en desaparecer, si es que lo hacen.

Escribo sin saber qué se está cociendo ahora en la reunión de Ferraz. Los prolegómenos no invitan, precisamente, a vislumbrar salidas positivas, salvo que se abra una tercera vía que sirva de árbitro y aglutinante. Pero para eso haría falta una personalidad, una autoridad moral respetada por todos que propiciara el armisticio y finiquitara la contienda. El problema es que esa "autoritas" no existe en el PSOE y me atrevería a decir que tampoco en el resto de los partidos españoles y europeos. ¿Qué se hizo de los grandes líderes, aquellos del carisma y las cuestiones de Estado, aquellos que respondían a la gran aspiración de la Política: conducir a los pueblos hacia un futuro mejor? Han desaparecido de la faz de la tierra para dar paso a trepas de mentalidad chata, que solo saben caminar con las luces de posición o, como mucho, con las cortas, enrocados en sí mismos y en su ambición de poder, maniobreros sin estrategia definida, generalmente incultos a quienes Marco Aurelio, Séneca, Maquiavelo, Tomás Moro o Tocqueville suenan a chino, imbuidos de una egolatría que, en ocasiones, roza la paranoia. ¿Extraña, por tanto, que Europa esté como está, que aquí cualquier mesías quiera llevar -vía, eso sí, derecho a decidir- a su pueblo a la Tierra Prometida, que un tipo como Donald Trump aspire a gobernar la primera potencia mundial, que alguien como Putin haya vuelto a meter a Rusia en todos los conflictos habidos y por haber, que la ONU y sus decenas de organismos sean incapaces de parar la guerra de Siria, que todos miren para otro lado mientras mueren miles de personas ahogadas en el Mediterráneo o entre escombros en Alepo?

Obviamente, esas deficiencias de autoridad y liderazgo positivo también se dan en el PSOE y ocupan lugar destacado en el desencadenante de la crisis que tiene alucinados a los españoles y, especialmente, a los militantes y votantes socialistas. Y por encima de otras consideraciones flotan varias preguntas dramáticas en el ambiente: ¿se recompondrá alguna vez este PSOE dividido y cainita?, ¿cuándo?, ¿con qué gentes y en qué condiciones? Los más pesimistas temen que la fractura dure generaciones. Los optimistas recuerdan que ya se han vivido situaciones parecidas y que, al final, se han impuesto la historia y la fortaleza del partido y la voluntad de sus militantes. Es decir, que confían en una recuperación, aunque sea a largo plazo. Esa es la esperanza de muchos ciudadanos (incluso la proclaman, con voz y expresión doliente, altos responsables del PP), pero ya sé de varios concejales socialistas que, hartos de las broncas internas, están dispuestos a renunciar o que juran que no volverán a presentarse. PP hasta la eternidad, sobre todo en pequeños municipios, donde no es fácil para la izquierda formar candidaturas.

Esas gentes sencillas, los ediles o votantes del PSOE en el medio rural, son los que menos entienden lo que está pasando y los que más se cabrean cuando unos esgrimen tal artículo y otros cual interpretación; cuando unos no reconocen a la actual Ejecutiva (o lo que sea) y otros se niegan a convocar comisiones, mesas y demás. ¿Ese es el PSOE en el que creen y por el que hasta han sufrido represión, cárcel, despidos, marginación? No, no es fácil comprenderlo; y menos, aceptarlo. Da igual quién tenga la culpa y quién haya encendido la mecha. El fuego amenaza con llevarse por delante muchas cosas, entre ellas la credibilidad de los partidos, de todos, de las propias instituciones y del sistema. Que no se le olvide a los que a estas horas pueden andar a tortas por sus propios errores y por colocar la ambición de poder por encima de cualquier otra consideración, incluido el Bien Común.