Ha pasado justo lo que se sabía que iba a pasar, sin que en esta ocasión fallasen las encuestas, con Feijóo ganando con comodidad en su feudo de Galicia y con el PNV manteniéndose en el poder en el País Vasco, aunque para ello necesite el apoyo de PP o PSOE, si bien está en condiciones de gobernar en minoría. Ahora, habrán de decidir los nacionalistas a quienes toman por socios para la legislatura entrante, si a los de Rajoy o a los de Sánchez. Los socialistas caen mejor y gustan más por aquellos lares, pero el PP todavía está en el poder aunque sea en funciones y puede ofrecer más por el sí a la investidura de Rajoy, lo que acabaría con el bloqueo y permitiría formar el gobierno de la nación, aunque fuese un mal gobierno y en todo caso un gobierno de duración limitada.

El PP va a jugar todas sus bazas con fuerza pues, según los medios afines, el triunfo de Feijóo en Galicia refuerza a Rajoy de cara a una nueva investidura, mientras el presidente gallego va perfilándose ya como claro sucesor a la presidencia de los populares a nivel nacional y su candidato de futuro más o menos cercano. Claro que si en Galicia el PP se ha reafirmado, en el País Vasco ha reiterado su cuesta abajo, aunque el fracaso también del PSOE, igualados ambos en número de escaños, y las posibilidades abiertas para lograr el apoyo nacionalista para investir a Rajoy minimiza el fracaso. En todo caso, no es más que la confirmación a través de las urnas del panorama que ahora se presenta, de cara a octubre, y que habrá de iniciarse con las nuevas consultas del rey a los candidatos.

Si el PP ha conseguido en estas autonómicas unos resultados de cal y arena, siendo los primeros en Galicia, y los últimos en Euskadi, quien no tiene asidero alguno al que poder agarrarse ahora mismo es Sánchez, el líder del PSOE, tras sus pobres resultados, peor aún de lo previsto, y que reafirman el adelanto de Podemos. En Galicia, su coalición En Marea ha quedado con los mismos escaños que los socialistas, y en el País Vasco ha conquistado el tercer lugar, después de Bildu y a poca distancia. Unas posiciones más firmes y prometedoras que las del PSOE, hundido en el confusionismo, las intrigas internas, las presiones externas y la decadencia general. La invitación de Sánchez, una constante en las pasadas campañas, a un pacto con Podemos y Ciudadanos para gobernar, se presenta ya más que nunca como una quimera que no podrá seguir manteniéndose por más tiempo.

El gran batacazo, más inmediato aun de lo que cabía suponer, ha sido para Ciudadanos, que no tendrá representación en ninguna de las dos comunidades históricas. Los votos les han puesto en su sitio, en su verdadero lugar y ello es, sobre todo, una genuina proyección de lo que espera a los de Rivera si hay nuevas elecciones generales, en las que prácticamente quedaría al borde de la desaparición. Ya se sabe como por desgracia, el engaño y la mentira son armas habituales de la clase política, pero no se puede hacer con tanto descaro y cinismo como lo ha hecho C's, un partido ambiguo, que ha arruinado su credibilidad si es que tenía alguna con sus constantes cambios de criterio y posición.