Junto a los separatistas, los yihadistas radicados en España forman parte de las células malignas que Gobierno, oposición, estamento judicial y sociedad española estamos en la obligación de extirpar. Sobre todo estas últimas que pueden acabar con nuestras vidas a tenor de las últimas revelaciones. No pasa un solo día sin que en algún país europeo se produzcan detenciones de yihadistas con todo preparado para atentar. En Francia y Bélgica, pasaron del papel en el que vertían sus amenazas, a la acción más cruenta, más descarnada. Por un buenismo incomprensible a estas alturas, España no puede ni debe bajar la guardia, al igual que los españoles no podemos convertirnos en pacatos, en tontos del ala, me da igual que sea izquierda o derecha, protegiendo y defendiendo a quienes asesinan y torturan en nombre de su religión y de un dios que estoy segura no aprueba tamaña crueldad.

Primero se fotografió enarbolando una bandera del Isis junto a un cartel de la Comunidad de Madrid que subió a la red social Facebook el pasado año. Poco después se le detuvo en la provincia de Ávila y a renglón seguido, la Policía halló en su domicilio una nota manuscrita que contenía amenazas contra la Familia Real. El individuo se llama Abdelouahab Tahtah, marroquí, 28 años, residente en España, encargado de llevar a cabo a través de las redes sociales, labores de difusión del ideario terrorista del Daesh, de radicalización y de captación de adeptos para combatir en sus filas o para que, al modo y manera de Francia, cometieran actos violentos en España en su condición de "lobos solitarios". Si alguien piensa que semejantes individuos se van a andar con miramientos si de mujeres, niños o ancianos se trata, que vayan olvidándolo.

Los doce años de cárcel que le pide la Fiscalía de la Audiencia Nacional me parecen pocos para el autor de esta nota: "Y a ti Felipe rey de España, la única manera en la que verás el dolor de la pérdida de los hijos es cuando veas a tus dos preciosas hijas debajo de los escombros y si no es así no serás capaz de pensar en los hijos de los hijos de los que asesinas y ordenas asesinar", amenaza a la que se suma su voluntad férrea de pasar a la acción cuanto antes. La nota es una incongruencia total que refleja el grado de vesania y error mental de este tipo. Tienen capacidad suficiente para atentar y siempre encontraran el momento, solos, o agrupados. Los españoles ya tenemos experiencia en ese sentido que no queremos repetir.

Mano dura contra esta gente. Hay que deportarlos. Porque ingresarlos en cárceles españolas supone otro peligro añadido: que inyecten en vena el veneno del yihadismo a otros presos y que las cárceles españolas se conviertan en una especie de mezquitas de la maldad, de la crueldad y la sinrazón más absolutas. Por supuesto que no hay que generalizar. Pero una vez puestas al descubierto las identidades, hay que extirpar esas células. Y a los que cometan delitos deportarlos a sus países de origen, de inmediato, sin contemplaciones, con un control de fronteras exhaustivo que solo puede redundar en la seguridad de los españoles. Y que no me vengan con tratar de culpabilizar a España de las guerras en Oriente. El problema lo tienen sus propias etnias y facciones que no saben cohabitar y países como Rusia y Estados Unidos con demasiados intereses en la zona.