Es de recibo y para escarmentar a los pasados, presentes, espero que no haya futuros, corruptos poner en su sitio a los Bárcenas, los Griñán, los Rato, los Chaves, y toda esa caterva de indeseables que han emponzoñado la política. Pero es que también es de recibo, cuando se menciona la nómina de corruptos, no olvidar, como se viene haciendo, a los Pujol, los Mas y los Viloca. Este último apellido resulta del todo desconocido para la gran mayoría de españoles, pero no de catalanes. Hasta su detención por seis presuntos delitos, incluidos tráfico de influencias y cohecho, Andreu Viloca era el poderoso tesorero de Convergencia Democrática de Cataluña. Si hombre, el partido de Pujol, de Mas y de Homs que ahora lidera Puigdemont y desde el que acostumbran a dar lecciones de política, de transparencia y de honorabilidad al resto de partidos del espectro político español. Pues ese.

El tal Viloca, que deja chicos a Bárcenas y compañía, tenía la costumbre de extorsionar en nombre del partido, cosa que hizo hasta el momento justo de su detención, a constructoras que quisieran lograr adjudicaciones de la Generalitat. No se andaba por las ramas con empresitas del tres al cuarto, entraba sin llamar en las grandes empresas. Una de esas empresas que recibió su visita fue OHL (Obrascón Huarte Lain S. A.) importante empresa española de construcción, fundada en 1999, con sede en el edificio Torre España de Madrid. Se ha sabido ahora que esta constructora recibió el pasado año la singular petición de la Generalitat de Cataluña en el sentido de que si quería optar a la adjudicación de una obra, el consejero delegado de OHL, Josep Piqué, debía mantener una reunión con una persona teóricamente ajena a la planificación de infraestructuras del Gobierno catalán presidido entonces por Artur Mas. Esa persona no era otra que Andreu Viloca. Obviamente, OHL se negó en rotundo. Y, mientras, los catalanes chupándose el dedo.

La llamada trama del 3% que valientemente denunció el socialista Pascual Maragall, sería un invento de Pujol, pero no una vieja costumbre en desuso, muy por el contrario se ha venido manteniendo en el tiempo. Se ha practicado incluso con desfachatez, sin esconder en absurdas florituras y circunloquios el ansia de dinero de un partido abyecto como la otrora CDC. Cuánta, pero cuánta mierda hay en Cataluña. Ni PP, ni PSOE, ni Podemos, si acaso Ciudadanos que nunca ha renunciado a su denuncia, se atreven a tirar de la manta. Y cuando alguno lo intenta el otro se le echa encima, como si tuvieran miedo, como si tuvieran algo que ocultar. Ya vale de tanto miramiento con el partido que más se ha enriquecido de todo el espectro y los sucesivos Gobiernos más corruptos de una comunidad autónoma, que deja en fruslerías lo ocurrido en la Comunidad Valenciana.

Hay que ir llamando a las cosas por su nombre y colocando a cada quien en el lugar que le corresponde. Vale ya de ahogar al adversario con más puntos en común, por lo menos constitucionalistas, mientras se deja pasar el atropello constante a la más elemental democracia, honestidad y dignidad, de aquellos con los que se pretende ahora llegar al más absurdo de los Gobiernos a toda costa. Y hay que andarse con cuidado porque, dados los antecedentes, hay que recordar que todo se pega menos la hermosura.