En semanas como esta, en la que, una vez más, los índices demográficos demuestran el proceso de envejecimiento que lastra peligrosamente la provincia de Zamora, es más que necesario incidir en la urgencia con la que deben acometerse cambios en su modelo productivo para evitar una situación irreversible.

Un modelo en el que la industria agroalimentaria y el turismo pueden ofrecer, entre otros, el imprescindible incentivo para crear empleo neto y de calidad capaz de asentar población. Sin ello, estamos abocados a la precariedad más absoluta y al subsidio. Actualmente ya contamos con datos tan estremecedores como que por cada pensionista zamorano solo hay otro en activo, incluyendo entre estos últimos los trabajadores temporales cuya contratación estacionaliza el paro sin llegar a reducirlo de una forma permanente.

Este pasado viernes, el director general de Caja Rural, la única fuerza financiera propia que le queda a Zamora de raíz local, insistía en la gala anual que reconoce a los premiados por su Fundación Científica, en la necesidad de aunar esfuerzos y también la reivindicación de una discriminación positiva para Zamora por parte de las administraciones públicas.

Pero no cabe interpretar tal discriminación positiva como una dádiva generosa a una provincia desahuciada. Las estadísticas también han demostrado sin género de dudas que Zamora ha sido una de las menos beneficiadas de esos fondos distribuidos por la Unión Europea para corregir los desequilibrios interregionales, mientras quienes más dinero recibían eran, precisamente, aquellas cuyas rentas eran más cercanas o sobrepasaban la media europea.

Zamora posee méritos propios más que suficientes para hacerse acreedora de las reivindicaciones ya expresadas en el mes de junio por el presidente de la Cámara de Comercio y ahora seguidas por el responsable financiero de la Caja Rural, cuando piden no ya la creación de un Parque Tecnológico Agrario de nueva factura, a lo que la Junta de Castilla y León se ha mostrado reticente, sino al traslado del que ya existe, el Instituto Técnico Agrario de Castilla y León, (Itacyl) creado en 2002, con sede en Valladolid, que tiene como papel el servir de instrumento impulsor del sector agrario mediante las nuevas tecnologías. Enumeremos algunos de esos méritos.

La provincia zamorana es pionera, por ejemplo, en la aplicación de tecnología en el Consorcio de Promoción del Ovino. Esa es la razón por la cual el ovino zamorano sirve de referente nacional en un macroestudio sobre la rentabilidad de las explotaciones agrarias de todo el país, realizado por el Ministerio de Agricultura. La elección del Ministerio no ha sido casualidad, sino que supone el reconocimiento de un sector emblemático para la provincia, referente económico para toda la región. Zamora es la mayor productora nacional de leche de oveja, con más de 100 millones de litros al año. Los ganaderos de ovino son, además, punta de lanza en la evolución del sector y a ellos se debe también una de las Denominaciones de Origen (DO) con más peso dentro de la industria agroalimentaria, la del Queso Zamorano. Además, Zamora acoge, desde hace dos años, la sede de la Indicación Geográfica Protegida del Lechazo de Castilla y León.

Es solo una muestra de que ese esfuerzo que se le reclama al industrial zamorano cuando las administraciones aseguran que ha pasado el tiempo de las instituciones y ha llegado el de los empresarios, existe ya. Ejemplos al que se podría sumar Cobadú, otro baluarte de la fortaleza del movimiento cooperativo en el mundo del campo, primera de la región y sexta de España en volumen de facturación, fruto de aplicar las últimas tecnologías a la fabricación de piensos, lo que se traduce también en la agrupación de 15.000 socios.

La provincia es escenario de la pujante DO del Vino de Toro, cuya calidad y singularidad tiene aval internacional, a la que se suman la de Tierra del Vino, los Arribes y el Vino de Calidad de los Valles de Benavente. Otros productos como la Ternera de Aliste o el Garbanzo de Fuentesaúco, premiado el viernes por Caja Rural, cuentan con Indicación Geográfica Protegida. Pronto la tendrá también el Pimiento de Benavente. La Harina Tradicional Zamorana, el Chorizo de Zamora o las setas pertenecen también a un mundo de posibilidades infinitas que han salido adelante gracias al trabajo y al esfuerzo de los productores que ven en el mundo rural oportunidades de futuro y no la condena de la despoblación. Todo esto es lo que Zamora puede aportar. No pide, pues, limosna, sino el justo apoyo para desarrollar unas potencialidades que, en muchos casos son ya realidades.

Una buena parte del PIB a través del turismo regional se obtiene en Zamora a través de los miles de visitas a sus zonas naturales y a celebraciones de categoría. El viernes era justamente premiada la Semana Santa de Bercianos de Aliste, cuyas celebraciones del Jueves y Viernes Santos han sido declarados Bien de Interés Cultural (BIC), pero en los discursos también hubo sitio para otra reivindicación: el nuevo Museo de Semana Santa de la capital, declarada igualmente BIC en su conjunto, seria aspirante a bien inmaterial de la Unesco y que merece contar con un centro a esa misma altura, en vez de un mero almacén de pasos. La aspiración de los zamoranos se corresponde con un proyecto capaz de abstraer al visitante y sumergirlo en la atmósfera única que se respira en la ciudad en la ineludible cita anual que la transforma por completo y que bien podría ser ese referente nacional que aspiraba a acoger Valladolid. En la vecina León ya están dispuestos 4,8 millones euros, con financiación de la Junta de Castilla y León para la construcción de un Museo de parecida índole. Aquí, seguimos debatiendo entre tirios y troyanos con la esterilidad acostumbrada como resultado momentáneo.

Vieja costumbre a la que nos tienen habituados también los políticos, en vez de la unidad que, tanto al mundo de la empresa como al de los dirigentes, se reclama desde tantos ámbitos, pues ese fue, y no otro, el mensaje último escuchado entre las paredes de Ifeza este viernes. Los votantes de unos y otros partidos lo merecen, lo merece de sobra la provincia. En lugar de debatir sobre dimes y diretes, guerras internas o externas, intereses cainitas en suma, quienes cobran del erario público por defender los intereses de Zamora deben centrarse en la misión encomendada en las urnas. Porque a la provincia hace ya mucho tiempo que se le acabó el tiempo de las palabras. Urge la acción, o de lo contrario, solo quedará el silencio que un día nos reprocharán las siguientes generaciones condenadas, una vez más, al exilio por falta de oportunidades.