que el ombligo es el centro natural del cuerpo humano nos lo describió Leonardo da Vinci en sus miles de anotaciones al "Hombre de Vitruvio". Colocando la punta del compás en el ombligo y trazando una circunferencia, esta toca la punta de manos y pies estirados. Sobre ese primer centro tomado del clasicismo se asienta el canon de belleza renacentista y de él parten desde entonces los conceptos de armonía y proporción.

Desde entonces cada hombre y cada mujer tenemos una razón más para sentirnos el ombligo del Universo. Poco importa que la física y la astronomía nos descubrieran, bajo pena de excomunión cuando no de hoguera, que ni siquiera nuestro sistema planetario gira en torno a la Tierra sino que se desplaza alrededor del Sol. Eso no impide que en nuestro pueblo, ciudad o país hayamos encontrado el ombligo del planeta que habitamos y en torno a nuestro centro corporal sintamos que se mueven todas y cada una de las partículas subatómicas que componen todo aquello que nos rodea.

Felipe González se sumaba hace unos días a una opinión no poco extendida y pedía a los candidatos de los dos partidos más votados en las dos últimas y hasta el momento estériles citas electorales, que no se presenten en caso de que tengamos que acudir a las urnas por tercera vez. Lo cual no deja de ser una conclusión bastante lógica para los candidatos de PP y PSOE que, aunque han levantado levemente la vista para negociar sus respectivos acuerdos con Ciudadanos (Sánchez a la desesperada, Rajoy a regañadientes), la han vuelto a sumergir en la oscuridad de su propio ombligo -acomodado Rajoy, pertinaz Sánchez- en cuanto se ha planteado que cualquiera de ellos dé un paso atrás o a un lado para permitir la conformación de un Gobierno.

Guiándose por la más pura ortodoxia teológica fueron muchos los pintores que en la Edad Media e incluso el Renacimiento reprodujeron sin ombligo las figuras de Adán y Eva. Justo en el centro de la Creación no había centro pues no podía haber existido cordón umbilical para quienes no eran nacidos, sino creados. Sin embargo, en la Capilla Sixtina del Vaticano Miguel Ángel hace que Adán luzca un espectacular ombligo en el momento en el que el dedo de Dios se separa del suyo tras insuflarle su espíritu. Tras él no ha habido pintor que no haya seguido su estela.

A la aritmética electoral resultante de las urnas de diciembre y junio la llaman endiablada porque es distinta de las anteriores, no es el Sol sino la Tierra la que se mueve. No lo sería tanto con líderes con más altura de miras y menos dedazos divinos.

Vamos, que si no se los puede convencer de que renuncien a su inmovilismo, tal vez habría que optar por la solución quirúrgica. Esto es, extirparles, al menos, el ombligo.

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