Hoy hay elecciones en Galicia y en el País Vasco. Me imagino que están ustedes al corriente, aunque apenas si se ha hablado de ello. Silencio total. Ni una entrevista a los candidatos, ni una sola imagen de mítines y recorridos por los mercados, ni una crónica, ni un análisis, ni un triste comentario, ni una encuesta para saber quién gana y quién pierde, ni una elucubración sobre su influencia en la gobernabilidad de España y los futuros, y difíciles, pactos, nada de nada de nada. De modo que los que vivimos por estos pagos, los supervivientes de las tribus mesetarias, nos hemos enterado únicamente de oídas y por referencias lejanas de lo que se ha cocido y se cuece por esas dos tierras, llamadas por tirios y troyanos "nacionalidades históricas", como si las demás no lo fueran ni lo hayan sido. Aquí, la historia se sirve a la carta y a beneficio de inventario.

-Yo, que soy de los de leer el periódico y, como salgo poco de casa, de los de mucha tele y mucha radio, me sé de memoria lo que hay, ha habido y habrá en Santiago de Compostela, en Vigo, en La Coruña, en Bilbao, en San Sebastián, en Vitoria y, si me apuran, hasta en la última aldea y el último caserío. ¡Vaya paliza!, cuenta don Hiscio, al que le han dado ganas hasta de votar por correo, pese a estar empadronado en Zamora. Yo, con tal de que me dejen en paz, lo que sea, le dijo a su nieto, que le quitó semejantes intenciones.

-A mí me ha pasado lo mismo, pero, a la vez, me ha dado mucha envidia de la buena, no se crea que de la cochina. Toda España preocupada de gallegos y vascos, todos pendientes de lo que dicen, hacen, esperan, critican, exigen y, ya ve usted, cuando vienen las elecciones en Castilla y León no salen ni una vez nuestros problemas en los informativos nacionales, ni en los periódicos que se tiran en Madrid, y no le digo nada en Barcelona; como si no existiéramos. Solo nos sacan por accidentes graves y cosas así y si viene alguien de la Casa Real a inaugurar Las Edades del Hombre, apostilla don Gamaliel, que tiene un cabreo de los que hacen época.

Pues, hombre, es verdad. Ve uno el despliegue hecho en Galicia y País Vasco por teles, radios, diarios, agencias, redes sociales y hasta galaxias exteriores y siente envidia, mucha envidia. Y, obviamente, lamenta que no todos seamos iguales en el tratamiento informativo, en la difusión de nuestras inquietudes, vicisitudes, dificultades y aspiraciones. Allá por el 2019, habrá elecciones regionales en Castilla y León. ¿En cuántas ocasiones se hablará a nivel nacional de nuestros problemas, que son la releche, para que se entere toda España? Me temo que ocurrirá como desde 1983, año de los primeros comicios autonómicos, hasta ahora. O sea, que no salimos en los telediarios más que cuando nos visita algún líder nacional, ya sea presidente del Gobierno o jefe de la oposición o gerifalte de un partido con representación parlamentaria. Y, claro, ya nos sabemos de carrerilla los mensajes: el que está en el poder dice que todo va bien y que hay que seguir así; y el que no manda, pero aspira a ello censura al de arriba más no suele ofrecer soluciones reales; promesas y poco más. Y al día siguiente del mitin estelar volvemos al anonimato, como si la despoblación, el envejecimiento, la calidad de los servicios, la ruina de la agricultura, el cierre de la minería y el deterioro de las infraestructuras se hubiesen solucionado de un gorrazo, tocados por la varita mágica de los discursos altisonantes y los aplausos enfervorizados del respetable, casi siempre formado por fieles superfieles.

Envidia, sana envidia. Al menos durante quince días (y serán muchos más) gallegos y vascos se han convertido en protagonistas de la actualidad española, aunque en las últimas jornadas ese protagonismo se haya visto desplazado hacia los infumables y letales problemas y estacazos internos en PSOE y Podemos. Las broncas en estos dos partidos han acaparado los focos, pero esos focos andaban por Galicia o por el País Vasco y han hecho que todas las miradas se centraran en estas dos zonas. Y así nos hemos enterado de las visitas de Pedro Sánchez a puertos, industrias y centros de investigación y de los recorridos de Pablo Iglesias y Errejón por lonjas, mercados, universidades. Es decir que toda España ha sabido lo que sucede por esas latitudes. Y eso sin contar los periplos de Rajoy, otro gran escaparate para que la nación entera sepa del pasado, presente y futuro de gallegos y vascos.

¿Y nosotros? Pues, entretenidos en lo de Rosa Valdeón, en si Ana Sánchez reanudará algún día sus estudios de Derecho y en si un destacado miembro del PP terminará el Bachillerato. Y así nos luce el pelo.