Unos vecinos míos tienen dos hijas maravillosas: no he visto personas más simpáticas y tratables. La mayor de ellas se casó meses atrás y reside en Norteamérica. Ayer me encontré con su padre y le pregunté por ella. Su respuesta estuvo señalada por una alegría contagiosa: "Está embarazada", me dijo muy sonriente. No me habló de la salud de su hija ni de sus éxitos profesionales; se expresó con alegría por el futuro nacimiento de un nieto o nietos. Repuesto de mi sobrecogimiento, pensé sobre el particular: es normal que un padre se alegre extraordinariamente por la próxima venida al mundo de un hijo de su hija, fruto de un matrimonio celebrado en el año. El aumento de la propia familia es causa de alegría; pero no solo de alegría familiar. Yo, un simple vecino, me uní a la alegría del que me hablaba, por lo que significaba para él, para su señora y para su otra hija soltera; pero me alegré porque, dentro de la más elemental normalidad, el futuro nacimiento significa un aumento -aunque sea mínimo- de la población mundial. Lo normal es que un matrimonio procure el fin primario de su esencia y traiga vidas al mundo. Por tanto, el camino seguido por Nuria y su marido va por la normalidad.

El día 15 de este mismo mes asistí a la solemne inauguración del curso escolar en mi amado instituto, en el que ejercí como docente mis doce primeros años en la enseñanza pública, de 1965 a 1977. Voy todos los años, desde 2012, cuando fui a recibir la primera Medalla de Oro que concedió el claustro de aquel instituto. En el posterior encuentro con los actuales directivos, se habló de muchas cosas relacionadas con la enseñanza y me llamó la atención la aseveración de que este año ha disminuido el número de alumnos en un instituto, que siempre atrajo alumnos hasta de Extremadura, siendo uno de la provincia de Jaén. No pude menos que acordarme de que en la provincia de Zamora se han cerrado las escuelas de dos pueblos por falta de niños que completaran el cupo que exige el Ministerio para que esté abierto un centro. Esta disminución del número de alumnos, la disminución de nuevos niños españoles, es andar por el camino del fracaso. Un fracaso que no solo afectará a la vida actual; sino que afectará muy profundamente a la vida de épocas posteriores.

En mi vida de director de institutos hube de realizar cálculos para que el número de alumnos ocasionara el mayor número posible de profesores. En otras palabras: el aumento o disminución de alumnos influye poderosamente en el aumento o disminución de puestos de trabajo para posibles profesores. Y no solo puestos de trabajo para profesores; es necesario pensar en los empleos de muchas clases que están en relación con la existencia de niños y adultos futuros. Y por ese camino hacia el fracaso va nuestra sociedad: es ridículo el número de nacimientos por mujer que se observa en la España actual.

Hay otra circunstancia que ya se va expresando con frecuencia y que es muy importante en la vida de la sociedad. Se refiere a la comparación -si se quiere establecer comparación- entre la actualidad y la situación que se prevé. Con las limitaciones que puedan darse, en la actualidad están satisfechas las necesidades de pensiones en los millones de personas que integran el ingente número de pensionistas. Y estas pensiones pueden distribuirse porque ha existido un número suficiente de trabajadores cotizantes. Incluso vemos, con el natural sobresalto, que el Gobierno ha tenido que echar mano de la "hucha" de los tiempos pasados para atender a las pensiones actuales. ¿Qué ocurrirá en el futuro cuando la "hucha" esté exhausta y haya pocos trabajadores cotizantes? Se impone volver a lo que ocurría en tiempos: hay que "ahorrar para la vejez", dedicando algo de lo que ahora se gasta alegremente a ir consiguiendo "planes de pensiones", algo que antes no había y puede ahora ser una solución. Pero hay que aceptar que, aunque sea muy legítimo prescindir del fin primario del matrimonio y atender al fin secundario de procurar la comodidad y satisfacción de necesidades sexuales por medio de la convivencia marital, el camino de evitar nacimientos es un camino hacia el fracaso social, en la actualidad y, sobre todo, en el tiempo en que sea necesario acudir a la ayuda de las cotizaciones de otros o del ahorro propio mediante la disminución de gastos o mediante la suscripción a eso que se conoce con el bonito y empresarial nombre de "plan de pensiones".