Se trata del desprecio supremo del derecho de propiedad. Hoy no se respeta el derecho de propiedad de manera universal. Tal vez se deba a un predominio de las mentalidades "de izquierda"; se piensa que apropiarse de los bienes que son de todos es admisible y de ahí que se vayan ninguneando los derechos que hasta hace poco se consideraban casi sagrados, entre ellos el derecho a la propia vida. Entre estos derechos de propiedad se destacaba el derecho a la vida: era lo último que se le podía arrebatar a una persona, porque la vida, más que el honor (sobre la valoración del poeta) era algo que solo pertenecía a Dios; ni siquiera era dueño de su propia vida un hombre; de ahí lo delincuente del suicidio. Quitarse la propia vida era un delito intolerable. Tan intolerable que el suicida no tenía siquiera el derecho de ser enterrado junto a los demás creyentes, incluso a los mismos familiares en su panteón.

Hoy leemos en la prensa y vemos en la televisión que el homicidio es muy frecuente, sin que existan fronteras que delimiten la existencia del arrebato del supremo derecho. No hace tanto que el suicido era algo rarísimo; y poco frecuente el homicidio agravado y que tiene el específico nombre de asesinato. Hoy no es así; y lo que aumenta la extrañeza es que en estos tiempos ha ido proliferando la disposición legal que ha desprovisto a los Estados del anterior derecho exclusivo sobre la vida de sus ciudadanos; son cada día más numerosos los Estados en los que queda abolida la pena de muerte. Para nosotros lo más importante es que en nuestra España está desterrado este castigo cuyo derecho asistía al Estado. Hoy está abolida la pena de muerte, excepto en unos casos muy particulares que atañen de manera especial a las Fuerzas Armadas; y cada día son más discutidos tales casos y su castigo.

Y hay un dato muy particular en el proceder actual. Siempre se discutía sobre las causas que llevaban a un hombre al homicidio. Y, como consecuencia de ello, estaban muy destacados los asesinatos de menores. El menor no cometía desafueros, no era responsable de delito alguno; por tanto, no se le podía aplicar ningún hecho reivindicativo; no podía justificarse el asesinato de un menor. Incluso hoy mismo se destaca la muerte de menores en accidentes o desastres públicos, en los que no hay participación activa de los hombres: es habitual la frase "incluidos mujeres y niños".

Que en un desastre colectivo caigan "mujeres y niños" es algo "normal" y corriente. Pero están ocurriendo hechos en los que perecen menores y son hechos particulares, en los que muy bien podrían verse excluidos. Tengo en la memoria lo ocurrido recientemente en Pioz (ese pueblo de Guadalajara asentado en un alto de extraordinaria belleza). Han sido asesinados (incluso descuartizados) un matrimonio y dos menores. Se habla de un "ajuste de cuentas", como determinante causal del hecho; pero, admitido que la causa del asesinato fuera un "ajuste de cuentas" y admitido -cosa inadmisible- que un "ajuste de cuentas" pueda ser causa de un asesinato, ¿qué "cuenta" ha podido cometer un menor que sea justificante de un hecho tan grave? No es admisible el "ajuste de cuentas con resultado de muerte" entre adultos; pero de ninguna de las maneras puede ajustarse con el menor una cuenta inexistente.

Como es constatable, se atenta contra el derecho a la vida en todas partes y sobre todas las personas, incluidos los niños. Es un atentado escandaloso contra el derecho no de esas personas asesinadas, sino contra el derecho divino. Nos llevamos las manos a la cabeza y nos escandalizamos cuando un desastre "natural" afecta a muchas personas; por ejemplo un terremoto, como el reciente de la región central de los Apeninos italianos; o tantas inundaciones como se están dando en países asiáticos actualmente. En tales casos, no es posible siquiera "pedir cuentas a Dios", autor y dueño de la Naturaleza, y tendremos que aguantarnos. Pero, cuando se trata de hechos como el mencionado de Pioz y otros que se han dado en los Estados Unidos de América del Norte, hay que exigir que se investigue hasta hallar a los asesinos y que se les aplique el fuerte castigo que consientan las leyes actuales, sin los paliativos, indultos y otras "bondades" que se están llevando a cabo con escándalo de los espíritus justicieros.