Son muchos los zamoranos, y no precisamente miembros del Partido Popular, los que se sienten muy molestos con las recientes declaraciones del presidente Herrera, a raíz de la tasa de alcoholemia de la expresidenta de la Junta de Castilla y León. Creían muchos zamoranos que el señor Herrera había enviado a su ojito derecho a Zamora, precisamente porque la consideraba un ejemplar político extraordinario, cosa que, por otro lado, nunca llegó a revalidar. Zamora no se merece menos por parte de cualquier partido político que la designación de los mejores para puestos clave de la vida política municipal, provincial, autonómica y nacional. Vaya por delante esa consideración.

Al cabo de los años nos enteramos de que el presidente Herrera hizo "el canelo" designando a la niña bonita de su Ejecutivo para tarea tan poco relevante como ser la alcaldesa de una ciudad que en consideración del presidente Herrera, a tenor de sus manifestaciones, no reúne las condiciones adecuadas para tener al frente de la primera institución local a lo más granado de su partido. A no ser que haya hecho el canelo precisamente por no efectuar la elección correcta. Hay voces que se han alzado pidiendo declarar al presidente de nuestra autonomía "persona non grata". Cómo me gustaría que esas voces, en el justo tono empleado, llegaran a oídos del presidente, y no que solo le llegan las voces de los adulones, de los tiralevitas, de los que todo le aplauden, aunque no haya lugar para la ovación y mucho menos para la vuelta al ruedo.

Lamentablemente esas voces tienen su eco en la calle y como mucho en las tertulias de barra fija. A veces son producto de un bisbiseo medroso. Llegada la hora de sacar pecho, no se atreven, tienen miedo, sobre todo si de funcionarios de la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León se trata, donde bien conocen cómo se las gastan. El "no digas que lo he dicho yo" está a la orden del día. Claro que, conociendo el percal, no me extraña. Conozco a un grupo de zamoranos que tiene intención de pedir a los Reyes Magos unas gafas graduadas con las que obsequiar al señor Herrera el próximo 6 de enero.

Sus consideraciones sobre la ex a medias son, evidentemente, solo suyas. No todo el mundo está de acuerdo en los valores que le asigna el presidente de "lealtad, disciplina, independencia, dignidad y coherencia". Para muchos la lealtad y la disciplina se las ha pasado por el forro de su falda cuando ha salido en las redes poniendo de chupa de dómine a compañeros, olvidándose de su cargo y del lugar que ocupa en el partido que la sostiene. De la coherencia, dicen los entendidos que poca, cuando pretende renunciar al aforamiento sin renunciar previamente a su escaño en las Cortes de Castilla y León.

Está visto y comprobado que, en esta vida, todo es según del color del cristal con que se mira. Al cristal del señor Herrera le faltan dioptrías para ver con nitidez. Y lo que todos tienen que asumir es que el hecho acaecido es muy grave y que la ex a medias no es una mártir, sino una mujer de carne y hueso, seguro que con sus virtudes, pero también con sus muchos errores. Lo digo, más que nada, para que no siga haciendo el canelo.