Cuánta razón tenía don Francisco de Quevedo!: "Poderoso caballero es don dinero". Esta expresión nos sitúa ante las lecturas de este domingo.

El profeta Amós denuncia las consecuencias de un capitalismo salvaje. Ya entonces los negocios manejaban el ser humano como una mercancía más: "compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias". Obligaban al pobre a venderse por deudas mezquinas. Es una triste realidad para muchos que sufren explotación e injusticia.

En conexión con la denuncia del profeta el Evangelio narra la parábola del administrador sagaz. Seguramente Lucas ya modifica el relato original, añadiendo el adjetivo de "injusto", tanto para el administrador como para el dinero. Este añadido dificulta la interpretación de la parábola. En primer lugar porque no se entiende que se alabe a un injusto. En segundo lugar, porque podemos devaluar el mensaje al pensar que se trata de desautorizar solo la riqueza conseguida injustamente. La riqueza injusta se descalifica por sí misma. En el relato, se trata de la riqueza que, aunque sea "justa", puede convertirse en dios (ídolo).

Debemos evitar toda demagogia barata. Pero tampoco podemos ignorar el mensaje evangélico. En este tema, ni siquiera la teoría está muy clara. Hoy, menos que nunca, podemos responder con recetas a las exigencias del evangelio. Cada uno tiene que encontrar la manera de actuar con sagacidad para conseguir el mayor beneficio, no para su falso yo sino para su verdadero ser. Si somos sinceros, descubriremos que en nuestra vida confiamos demasiado en las cosas externas, y demasiado poco en lo que realmente somos. Con frecuencia, servimos al dinero y nos servimos de Dios. Le llamamos Señor, pero el que manda de verdad es el dinero. Justo lo contrario de lo que nos pide Jesús.

La parábola no está invitándome a ser injusto, sino a sentarme y echar cálculos para elegir lo que de verdad sea mejor para mis auténticos intereses. El administrador calculador trataba de conseguir ventajas materiales. A nosotros se nos invita a ser sagaces para sacar ventajas espirituales. No hacen falta muchas cavilaciones para darse cuenta de que ponemos mucho más interés en los asuntos materiales que en los espirituales, no solo por el tiempo que les dedicamos, sino sobre todo por la intensidad de nuestra dedicación. Es lamentable que personas muy inteligentes y con varias carreras tengan un nivel de conocimientos religiosos propios de un niño de primera comunión. En religión, lo único que se nos exigía era "creer". Y esto no sirve de mucho. ¿Qué te parece?