Ya hemos perdido la cuenta de casi todo. Son tantos los casos de corrupción denunciados, imputados, investigados o como deseen llamarlos que el personal pone cara de resignación fatalista, se encoge de hombros, mueve la cabeza, cierra los ojos, echa el aire a pleno pulmón y parece decir para sus adentros o para quien quiera oírle eso de "otro más, adónde iremos a parar". Y sí, esa es la pregunta pertinente, la que se formula el común de los mortales españoles ante una situación que hace aguas por todos los lados y a la que no se atisban salidas coherentes, sensatas y con altura de miras. Y lo más peligroso es que ese carrusel de ritasbarberás, Camps, Bárcenas, Pujoles, Eres y demás está haciendo tambalear no solo a los partidos, sino también a las instituciones y al propio Estado de Derecho. Oyendo y viendo la retahíla de escándalos, cualquier chaval (no es menester que sea demasiado pasota) podría preguntarle a su abuelo: "¿Y esto es la democracia por la que os jugabais el pellejo hace unos cuantos años?". ¿Y qué puede responderle el aludido? Dejémoslo ahí.

Recurramos al tópico tantas veces usado en Periodismo y Literatura: imaginemos que un extraterrestre aterriza por estos pagos y trata de entender el galimatías político-judicial-social-económico-territorial en el que España anda metida. ¿Qué conclusión sacaría a bote pronto? Estos tipos están locos, pero locos de atar. O sea que se hallan endeudados hasta las cejas, que tienen un déficit que no lo supera de un salto ni Ruth Beitia, que acumulan año tras año una de los mayores índices de paro de Europa, que su tasa de desigualdad es tercermundista, que emigran los jóvenes mejor preparados, y, sin embargo, se dedican a pegarse navajazos entre ellos sin que parezca importarles lo urgente, lo necesario y lo trascendente. Hay que ser acémilas, diría el extraterrestre.

Tras un análisis más detenido de la situación, la segunda reflexión sería aún más dura e incomprensible para una mente normal: no es que se despedacen solo entre rivales, contrincantes o enemigos políticos, es que se matan entre los del mismo partido, entre correligionarios. Abundan tanto los ejemplos que el extraterrestre agotaría las hojas de la libreta donde iría apuntando y apuntando. A Rosa Valdeón la asaetean los de casa; Camps dispara contra los del PP que critican a Rita Barberá, que, a su vez, amenaza con tirar de la manta propia; Susana Díaz se rebela contra los supuestos planes de Pedro Sánchez; militantes socialistas arremeten contra Fernández Vara porque este no se atiene a la tesis oficiales; otros miembros del PSOE apoyan al presidente extremeño y sacuden a su secretario general; Errejón planta cara a Pablo Iglesias en la pelea por el poder en Podemos Madrid; las llamadas Mareas marean a tirios y troyanos con matices, perfiles, empanadas de siglas y yo con este no me ajunto; en Cataluña, dentro del gremio secesionista-soberanista-independentista-desconector y de las JONS, ya no se sabe si la CUP torea a Puigdemont, si este está por hacerles caso o hacérselo a ERC que parece jugar a dos barajas y siempre con las cartas marcadas; y así sucesivamente.

En cuanto estalla un nuevo episodio de supuestas meteduras de mano, latrocinio de lo público, prevaricaciones, tráfico de influencias, dinero B, pasta negra y demás joyas de la modernidad y el progreso, salen a relucir los cuchillos y se produce una cadena de declaraciones, insinuaciones, improperios y estacazos que dejan perplejo al más pintado. Solo nos falta la Santa Inquisición, los autos de fe y la hoguera para los disidentes. ¿Y los problemas diarios del ciudadano corriente y moliente? Pues, oiga, que esperen que andamos a lo nuestro, a ver si convocamos una junta directiva para que convoque un comité que convoque un congreso que elabore un dictamen que se someta a la aprobación de las bases mediante referéndum o Internet y así podremos llevarlo otra a la junta directiva para que lo exponga ante un comité y etc., etc.

¿Se dan ustedes cuenta de que, en la última semana, únicamente hemos hablado de los líos internos del PP, del embrollo del PSOE, de las divisiones en Podemos, de las dudas y rectificaciones en Ciudadanos, de si Otegui es un valor o una rémora para Bildu, de las broncas entre los mesías catalanes y de cosas similares? ¿Y el desempleo, y las inversiones, y la espada de Damocles que se cierne sobre las pensiones, y los ruinosos precios agrarios, y el déficit que nos acogota, y la deuda que nos asfixia, y las amenazas de Bruselas si España no cumple lo prometido, y, y...? Así podríamos seguir hasta agotar el papel.

Y, claro, con este panorama tan positivo y alentador parece que nos vemos abocados a unas terceras y navideñas elecciones. Da la impresión de que los principales partidos ya se preparan para tal efeméride. ¿Y los de a pie estamos preparados para ello? Lo dicho: ¡qué difícil nos lo ponéis, majos! A mandar, que para eso estamos.