Saturio lleva a gala a ser de pueblo. Cree que es un privilegio nacer y haberse criado en un pueblo y ve con preocupación y disgusto el envejecimiento que amenaza con la desaparición a muchos de nuestros pueblos.

Dice sentirse afortunado porque la vida le ha proporcionado la oportunidad de conocer países, culturas y personas que nunca imaginó. De todos esos lugares ha aprendido costumbres y valores que le han ayudado a forjar una visión más tolerante abierta y comprensiva del comportamiento humano. Pero en ninguna parte ha encontrado sustituto para su pueblo.

Su pueblo, que también es el mío, no ofrece ningún atractivo singular, pero quienes allí nacimos encontramos en él nuestras raíces. Algo difícil de definir que no se puede comprar en las agencias de viaje.

El desarraigo, el no sentirse de ninguna parte, es causa de muchos de los conflictos de convivencia que azotan a los sociedades urbanas en todo el mundo.

Ser de pueblo, dice Saturio con tristeza, sigue teniendo una cierta connotación peyorativa. En España todavía hay mucha gente que asocia rural a retraso, a pobreza, a incultura? y, erróneamente, creen que es la ciudad la que imprime modernidad, cultura y progreso. Y por eso el brillo de la ciudad sigue deslumbrando a muchos que cambian la "pobreza" de su pueblo por la "miseria" de la periferia de las grandes ciudades.

Uno de los muchos encantos de Francia son sus pueblos. Allí lo rural se asocia a calidad de vida y quien puede vivir en el pueblo, por pequeño que sea y alejado que esté, se siente un privilegiado.

La progresía imperante en las últimas décadas se ha encargado de señalar como retro, carca y anticuado, muchas tradiciones asociadas a los pueblos, desde el folclore a cualquier otra manifestación cultural.

Saturio dice con frecuencia que el flamenco y la copla han sido por esta causa, otros de los grandes damnificados: "la música, como la política, no es vieja ni nueva, es sencillamente buena o mala, como hay buenos y malos políticos". Por eso él, que tararea con frecuencia las coplas más conocidas de Marifé de Triana, escucha con deleite a la India Martínez.

Será por esa identidad rural que, con frecuencia, Saturio encuentra en el refranero la explicación que la razón no alcanza. Dice que los refranes son una fuente de conocimiento nada desdeñable y que aunque no se apoye en fundamentos científicos, los refranes son resultado de la observación pausada de la gente del campo; lo que para él tiene en ocasiones mayor valor que la ciencia.

Cuando hace unos días Sánchez anunció con solemnidad que iba a iniciar una ronda de consultas con todos los partidos políticos sin que nadie se lo hubiese encargado, Saturio me miró y dijo: "Cuando un necio coge una vereda, se acaba la vereda y el necio queda".

Al recordar que el Diccionario de la Academia de la Lengua Española define al necio como "la persona que insiste en sus propios errores y se aferra a ideas o posturas equivocadas", comprobé que, una vez más, Saturio y el refranero habían dado en el clavo.

(*) Senador del PP por Zamora