La frase que da título a esta ventana de papel, formaba parte del estribillo de aquel "spot" televisivo de hace algunos años en el que se cantaban las excelencias de Soria, provincia de Castilla y León, la "Soria pura, cabeza de Extremadura" como reza su escudo, la Soria de Machado y del parque natural del Cañón de Río Lobos y de la ermita de San Saturio, y de sus sabinares centenarios y de la siempre misteriosa Laguna Negra y de los arcos de San Juan de Duero. Lo cierto es que Soria encierra tantas bellezas que ni te la imaginas.

Cuando esto escribo, la noticia se ha producido hace cinco minutos. Cuando se publique serán muchas las horas, los comentarios, las opiniones y los criterios que habrá suscitado. Pero, cuando esto escribo, ni te lo imaginas: el exministro de Industria José Manuel Soria, presentaba su renuncia al puesto de director ejecutivo del Banco Mundial, en una carta enviada al secretario de Estado de Economía, Iñigo Fernández de Mesa. Si ese nombramiento no se hubiera producido, el ex no se hubiera visto obligado a renunciar tras la polémica suscitada.

Que un exministro que ha abandonado la política y todos sus cargos, cuya profesión es la de funcionario, tenga derecho a rehacer en el puesto que sea su carrera funcionarial es un hecho. Que el nombramiento ha sido precipitado, también. Que este señor no está imputado, bien cierto es. Si no hubiera sido ministro, la cosa de Panamá hubiera pasado desapercibida, y que José Manuel Soria tiene bemoles para huir de la polémica y renunciar a tiempo, cuando hay tantos que no se van ni echándolos, es para tenerlo en cuenta.

Se ha hablado mucho del sueldo cuantioso que Soria percibiría como director ejecutivo y todo el mundo habló de avaricia sin saber lo cuantioso que es el patrimonio del señor Soria al que no le hacen falta para vivir ni esos ni otros muchos emolumentos. Siempre me pareció un ministro triste, tipo "sansirolé bendito" y en materia energética logró sacarme de mis casillas con sus ministeriales decisiones, dicho lo cual, tampoco creo que haya que estigmatizarlo. Por cierto, nadie podía garantizar que el señor Soria saliera elegido una vez presentada su, digamos, "candidatura", pero la maquinaria de desprestigio se puso en marcha.

Después de escuchar a Núñez Feijóo, a Cristina Cifuentes y a Esperanza Aguirre sobre lo inoportuno del nombramiento, alguien tenía que rectificar sobre la marcha. O Soria o el Partido. Y como los partidos están por encima de las personas, no es precisamente lo que servidora opina, pues a Soria le ha tocado bajar al ruedo y renunciar a los trofeos. Sé sobradamente que Soria cuenta con una dilatada experiencia sobre todo en la Administración pública, en el ámbito docente y en el sector privado, precisamente por eso no se le puede condenar al ostracismo profesional. Pero no era el momento. Tampoco lo era el de la exministra de Igualdad con Zapatero, Bibiana Aído, felizmente instalada en Nueva York a sabiendas de que "maquilló" su currículum y el de la inefable Leire Pajín catapultada a la ONU. Pero, oiga, aquí no pasó nada.