Lo sugirió en el breve debate de investidura del viernes pasado antes de que Rajoy mordiese como estaba previsto el polvo de la derrota: que las fuerzas del cambio tenían que unirse para evitar las terceras elecciones. Y parece ser que de inmediato Pedro Sánchez, el candidato del PSOE, se ha puesto a ello, decidido a intentarlo de nuevo, a ir a por todas y poder asegurar al rey que está en condiciones de garantizar el éxito de otra investidura de la cual saldría un nuevo Gobierno.

Seguro que sabe Sánchez que las cosas no se presentan, pese a todo, nada fáciles sino todo lo contrario, muy difíciles. Pero puede que no tanto como antes. El PSOE sigue siendo el primer partido de la izquierda, aunque nadie sepa bien a estas alturas si el actual líder socialista representa la línea socialdemócrata de González, con la que tan bien le fue a España, o la posterior línea radical de Zapatero con la que tan mal le fue a España y a los españoles. Y por el otro lado, da la impresión de que en Podemos han perdido ya sus ínfulas después de los comicios del 26J, como se puede advertir en las nuevas invitaciones de Pablo Iglesias al diálogo para un pacto que acabaría con las posibilidades del PP y que Rajoy siguiese gobernando contra la voluntad del 70 por ciento del electorado.

Habrá que verlo estos días que se avecinan pero al menos de entrada parece constatarse una cierta voluntad. El problema es que la suma de sus escaños tampoco resulta suficiente, ni mucho menos, y para intentar salir adelante habrían de contar con el apoyo incuestionable de los grupos nacionalistas vascos y catalanes: del PNV, Esquerra y la antigua Convergencia. Y ni aun así serían mayoría. Entonces, solo existe una solución: la abstención de Ciudadanos. Por el bien de España, claro. Pero Rivera convierte esa solución prácticamente en inviable porque nunca se va a entender con el líder de Podemos, a quien siempre ha negado cualquier acercamiento. Ni siquiera tras su doble fracaso, primero como socio del PSOE y ahora como aliado del PP, peripatéticas farsas ambas para la derrota.

Como ocurre siempre con C´s su postura de ahora mismo ni está clara ni se comprende, pues tan pronto dicen una cosa como otra, lastrados por el gran miedo a unas terceras elecciones que les llevaría a su mínima expresión. Rivera afirma que el acuerdo con el PP ha finiquitado, pero no da muestras de ello, y además ya no le cree nadie, diga lo que diga. Pero en un sentido o en otro habrá de decidir, aunque lo mas posible es que siga insistiendo en que el PSOE apoye a Rajoy. Claro que habrá que tener mucho tupé y mucha cara dura para ello, después del nuevo escándalo del exministro Soria, el que mintió sobre los papeles de Panamá, y al que Rajoy ha aupado vergonzosa e indignamente a la dirección del Banco Mundial, con 20.000 euros mensuales de sueldo. Para que Rivera confíe en las medidas anticorrupción del PP. Si no facilita el cambio, C´s será cómplice de todo lo que venga.

Lo de Soria va a servir como acicate, sin embargo, para que resurja con fuerza pese a las dificultades la idea de un Gobierno alternativo que evitaría unas terceras elecciones.