Parón y marcha atrás en la formación de Gobierno aunque el espectáculo promete para el próximo mes. Rajoy se quedó a seis diputados de la investidura, con 170 en la primera y la segunda votación, pero volvió a la casilla de los 137 diputados porque Albert Rivera, socio voluntarioso, pero incomprensiblemente ninguneado por el candidato a presidente y su entorno, ya anuncia que solo apoyará a quien asegure que es capaz de sumar los escaños necesarios para salir adelante y evitar terceras elecciones.

Se abre un escenario nuevo con esa advertencia de Rivera, que llegó a sugerir al PP que presente a otro candidato, más el anuncio de Pedro Sánchez, después de dos meses de silencio, de que el PSOE formará parte de la solución para evitar la tercera convocatoria electoral. El público, decepcionado y descreído, presta poca atención de momento, pero igual se anima porque aquí puede pasar de todo y un final sorprendente no se puede descartar. Si estarán preocupados en la Moncloa, que el Comité Ejecutivo del PP fue convocado de urgencia en fin de semana para cerrar filas con Rajoy. Mal asunto cuando son necesarios los homenajes a toda prisa. Quizás el presidente, en teoría, esté ahora más fuerte que nunca en esta crisis porque tiene más diputados que en diciembre y porque recuperaría los 32 de Rivera si logra conquistar seis nuevos. Pero salvo que el PNV necesite auxilio del PP en el País Vasco después del 25 de septiembre, o que el PSOE mueva unas abstenciones, Rajoy no será presidente a menos que unas terceras elecciones lo entronicen, lo que no es descartable.

En la nueva situación, Sánchez se mueve, no se sabe si para reconstruir en septiembre la oportunidad de la primavera cuando optó a la investidura o solo para ceder abstenciones, pero con otro candidato popular. Cuidado con esta última posibilidad porque la ha sugerido públicamente Felipe González y sabido es el alto crédito que retiene en el PSOE y también, por cierto, en Ciudadanos. González y Rivera hablan con frecuencia y comparten puntos de vista, por ejemplo, sobre Venezuela y también sobre España. Durante el verano, el PP articuló una estrategia para concentrar la presión sobre Sánchez, pero ahora es Rajoy el que puede situarse en el foco de la diana.

Al calor del nuevo cuadro escénico retomó protagonismo Pablo Iglesias animando a Sánchez a que se presente de nuevo, mientras se deslizaba desde su entorno que esta vez no rechazarían el apoyo de Ciudadanos, aunque sin participación en un posible Gobierno presidido por el socialista. "Iglesias no tiene ninguna credibilidad para proponer eso -declaró con desdén el socialista Rafael Simancas- porque cuando esa posibilidad existió nos dejó tirados y votó junto con el PP en contra". Es el pecado original de Iglesias por el que su electorado le pasó factura el 26 de junio. Isabel San Sebastián retrata lo sucedido con crudeza en aquella oportunidad en la que negó su apoyo a un Gobierno de centroizquierda: "Pablo se pegó un tiro de soberbia en el pie".

Con un septiembre así de enrevesado, pero del que quizás acabará saliendo algo para no repetir elecciones, se constata que casi todo el crecimiento de empleo que teníamos se debía al turismo excepcional de este año. El día 31 de agosto se liquidaron 282.298 contratos temporales en el sector y se quebró la tendencia de recuperación de empleo. Urge un modelo productivo alternativo no solo basado en el turismo. Además, la inestabilidad política afecta al bono español y desde las entidades bancarias se reitera el alto número de inversiones que están paradas en el exterior esperando que nos aclaremos. La deuda pública equivale al Producto Interior Bruto y desmiente el triunfalismo económico del Gobierno.

Así que Rajoy lo tiene mal como protagonista, pero crece la petición ciudadana de que la función continúe con otros actores y se jubilen estos. Un tercer pase de la comedia se haría insoportable, y parecen saberlo, por lo que el libreto queda abierto a buscarle otro final distinto al segundo.