Una de mis aficiones es recorrer los pueblos de Zamora y descubrir los rincones que vayan apareciendo ante mis ojos, sin programas y citas previas. Este fin de semana, por ejemplo, he regresado a las zonas de Aliste y de Benavente y los Valles después de varios años y, como casi siempre, uno se encuentra con sorpresas agradables: la zona del Tera, en la localidad de Mózar, ha sufrido unas mejoras espectaculares; a la entrada de Santa Cristina de la Polvorosa te recibe la gran fábrica de quesos "El Pastor", impresionante por sus dimensiones; y, en general, en cada uno de los pueblos que he visitado se aprecian mejoras sustanciales en los equipamientos urbanos y en las viviendas. Lo curioso, sin embargo, es que estas imágenes chocan con el día a día de las localidades: cada vez menos población y más envejecida. Y por algo será, ¿no?

Otra de las curiosidades que se viene repitiendo año tras año es la vitalidad que se observa en la inmensa mayoría de nuestros pueblos durante la época estival. Las fiestas, el jolgorio y la jarana forman parte del paisaje diario, lo cual siempre está muy bien. Mucho se ha escrito sobre qué sería de nuestros municipios si durante los 365 días del año sucediera algo similar. Estas impresiones se perciben sobre todo en las localidades del oeste de la provincia, aunque tal vez sea la comarca sanabresa la que se lleve la palma, siendo como es nuestra zona turística por excelencia, un lugar que durante el verano nada tiene que envidiar a otros destinos turísticos del interior de España. Sin embargo, vivimos en una tremenda contradicción: en estos meses llegamos a ser una provincia puntera en la recepción de turistas y durante el resto del año la desolación, el pesimismo y el desánimo siguen siendo algunas de nuestras señas de identidad. Por tanto, el reto sigue estando ahí: que Zamora se consolide como una provincia atractiva durante todo el año. Y algo habría que hacer, ¿no?

Y tras las vacaciones, muchos se han incorporado de nuevo al trabajo y a las labores cotidianas, mientras que otros esperan con impaciencia la posibilidad de disfrutar de unos días de descanso. En el caso de quienes deben volver al tajo, ya me he encontrado con algunos colegas que solo con pensarlo han sentido pánico. Cosas del estrés posvacacional, que comentaba la semana pasada. Pues bien, reitero que eso del estrés, que se ha puesto de moda, solo se ha identificado en las sociedades desarrolladas. En el resto, ¿cómo van a hablar del estrés cuando su gran objetivo es sobrevivir, sin que existan las vacaciones, otra de las conquistas de las que, afortunadamente y cada vez más, podemos disfrutar muchos ciudadanos? En cualquier caso, tanto a quienes han finalizado sus vacaciones y tienen que regresar a la rutina laboral como a los que aún van a saborear unos días de descanso, les deseo lo mejor: que disfruten a tope de la vida. Porque en los tiempos que corren, es lo mínimo que uno puede desear a sus semejantes.