Y llegó la hora de las réplicas y contrarréplicas, el momento más animado de un debate en el que Mariano Rajoy, con una fina y divertida ironía que no todos los políticos saben manejar, con esa socarronería a la gallega que le acredita, dio sopa con honda a las señorías intervinientes. Estuvo entre divertido y oralmente habilidoso. También Rivera demostró sus dotes oratorias, su cintura política, mejor en debate que en el día a día. El momento más áspero se produjo durante la dura intervención del portavoz de ERC, Joan Tardá. Si tenía alguna duda de cómo los independentistas catalanes engañan a la sociedad catalana, el martes la despejé por completo.

Cuando los independentistas catalanes como Tardá u Homs suben a la tribuna de oradores lo hacen enarbolando su particular bandera de victimismo, lógicamente estelada. A los que se les llena la boca hablando de la catalanofobia, cuando no odio, de España hacia Cataluña, de los españoles hacia los catalanes, de la actitud amenazante del Gobierno, de la violencia verbal del Ejecutivo, del miedo que de este lado de España se mete a los catalanes, acaban cayendo en lo mismo que denuncian. La violencia verbal de Tardá, su actitud desafiante y agresiva, sus constantes amenazas, más que miedo, producen hilaridad. Por las formas y por el tono tipo ogro que emplea este señor.

Viendo y escuchando a Tardá pasé un agobio monumental. Cada vez que se le hinchaba la vena del cuello, tenía la sensación de que no iba a terminar la frase, que le iba a dar un "trisisí" que lo iba a llevar directamente a urgencias. Escuchar a ese señor es como escuchar el discurso de cualquier alto cargo de la Alemania de la II Guerra Mundial. Tardá, cuando toma la palabra, se sale, del tiesto, de sus casillas y de todo lo demás. Además, estuvo faltón, como siempre. Esta gente si no falta, si no insulta, si no vilipendia y zahiere no está a gusto. Este Goliat catalán que va de David y al que se le va toda su aparente fuerza por la boca no retó solo a Rajoy y Rivera, en su catalana consideración el "monaguillo" de Rajoy, es que retó al mismísimo Tribunal Constitucional. Que haya tribunales para todos los españoles, excepción hecha de para los catalanes.

Tremenda su falta de memoria. Unas cucharaditas de "fosglutén", cada vez que acuda a la cita parlamentaria en el Congreso de los Diputados, no le iría nada mal. Obviamente, mencionó a la más mencionada lacra en democracia: la puñetera corrupción. Se la escupió en toda la cara al aspirante pero, ¡oh!, se le olvidó mencionar el pudrimiento de las más altas instituciones catalanas como el Govern que, desde tiempos de Pujol no ha dejado de meter la mano en el cajón de los dineros públicos, con mordidas, chanchullos y otras cuestiones. Se le olvidó que, de Pujol hacia arriba y hacia abajo, están casi todos pringados, incluidos algunos miembros de ERC con la mano lo suficientemente larga para que no arrojen la piedra de la corrupción sobre otros, no se les vaya a volver contra ellos.

Hemos estado a punto de asistir al primer infarto en directo ocurrido en el Congreso de los Diputados. Miedo me da que durante una nueva andanada verbal y mientras enarbola la bandera del victimismo como una nueva Marianne a la catalana, le dé el definitivo sopitipando del que su formación eche la culpa a Rajoy a España y a los españoles.