Pasado mañana, martes, primer asalto de una sesión de investidura que, salvo que intervenga a última hora el ángel de la guarda del ministro del Interior, es la crónica de un fracaso anunciado. Rajoy se ha resistido a convocarla precisamente por eso, porque sabe que no va a obtener los respaldos necesarios para salir airoso del trance. ¡Y dijo tantas cosas y tan duras contra Pedro Sánchez hace unos meses en circunstancias similares! Y, claro, ahora teme que la leña que se reparta caiga sobre sus espaldas con idénticos argumentos a los que manejó él en aquellas inolvidables diatribas. Ya lo dice el viejo adagio: quien a hierro mata?

Pero don Mariano, buen orador y mejores tragaderas, sabrá encajar aunque la procesión vaya por dentro. La filosofía de actuación es simple y clara: lo que no valía para otros y, por tanto, era criticable sí vale para mí porque están por medio razones de Estado, necesidad de contar con un gobierno estable, etc, etc. Veamos el caso más reciente: la presidenta del Congreso, por mor de las facultades inherentes a su cargo, ha decidido que la primera parte de la investidura (el discurso del candidato) se celebre a partir de las cuatro de la tarde y que sea esa la única intervención del día.

Por consiguiente, en esa jornada solo hablará Rajoy. Al finalizar sus palabras, se levantará la sesión hasta el miércoles, día en el que perorarán los representantes de todos los grupos, responderá el candidato y tendrá lugar la votación. Me parece perfecto y creo que es el programa más lógico. Sin embargo, ojo pirojo, esta decisión de doña Ana Pastor es la misma, exactamente la misma, que criticó con dureza el PP cuando la anunció Patxi López en la frustrada investidura de Pedro Sánchez. ¡Los denuestos y calificativos que hubo que oír en boca de ese fino estilista y educado diplomático llamado Rafael Hernando, portavoz (¿o portacoz?) del PP en el Congreso!

Hace unos meses era una afrenta a la democracia y no sé cuántas cosas más; ahora es un planteamiento normal, natural, coherente y de los Grandes Expresos Europeos. Y todo porque don Rafael, y sus mentores, consideraban que el candidato Pedro Sánchez partía con ventaja porque los medios de comunicación solo recogerían esa tarde y al día siguiente su alocución y no la del resto de oradores. ¿Qué les parece?

Y repito que a mí me parece lo más sensato lo acordado por Ana Pastor ya que así, con toda una noche por medio, los portavoces tienen más tiempo para analizar el discurso del aspirante y dar la oportuna réplica. Más o menos es lo que ha afirmado Ana Pastor para justificar su decisión. Que se lo explique a Rafa Hernando. O mejor dicho a Mariano Rajoy, que fue quien promovió e impulso aquella ofensiva. Al igual que se burló reiteradas veces del acuerdo PSOE-Ciudadanos al que llamó, entre las carcajadas de la bancada popular, el pacto de los Toros de Guisando. Y ahora él acude a pedir la investidura con un acuerdo similar con el partido de Albert Ribera y con puntos muy parecidos a los que contenía el compromiso entre socialistas y Ciudadanos. Ya lo dice la sabiduría popular: nunca escupas al cielo; más que nada por lo que puede caerte encima.

De modo que no enfrentamos a unas sesiones con pocos misterios y muchas incógnitas de futuro. Parece claro que Rajoy no será investido en la primera votación (hace falta mayoría absoluta) y que tiene muy oscuro lograrlo en la segunda pese a que basta con que haya más síes que noes. El problema es que Rajoy, y llevamos dos meses desde el 26 de junio, no ha logrado sumar a casi nadie a su causa, ni ha conseguido las abstenciones que le garantizarían la investidura en segunda ronda. No todo consiste en echar las culpas a los demás y pedirles la rendición incondicional sin ofrecer nada a cambio. También hay que saber negociar, tener cintura política, estar dispuesto a ceder con tal de llegar al consenso? No parece tan difícil, pero sí lo es para quien ha estado acostumbrado a gobernar con mayoría absoluta y a tirar de ordeno y mando sin aceptar ni una sola iniciativa ni propuesta de la oposición y casi riéndose de ella un día sí y otro también. Y por eso ahora pasa lo que pasa.

Así que a estas alturas de la película no sabemos si llamar a lo del martes investidura, o investiblanda, o vuelva usted mañana, o váyanse haciendo a la idea de que en Navidad fun, fun, fun volveremos a las urnas con cuerpo de jota y toda la alegría concentrada en el alma. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. De momento, agosto se despide con un corte de mangas. ¿No queríais vacaciones y tranquilidad? Pues, toma castaña.