Ha llamado la atención estos días pasados, si es que algo es capaz de asombrar hoy en día, cuando y donde todo es posible, la noticia de que por aquí cerca, en la región, en un pueblecito de Burgos concretamente, sus 33 vecinos en época alta, o sea ahora mismo, en las vacaciones, pues los habitantes fijos no llegan a la decena, cuentan con una biblioteca que alcanza los 16.500 libros. Y todos conseguidos en menos de un año, ya que sus peticiones a través de la red han sido atendidas, mucho más generosamente de lo previsto por los gestores de la buena idea. Hay mucha gente, al parecer, que no sabe que hacer con los libros, a veces heredados de sus mayores, y encuentra en estas demandas o similares, un modo de deshacerse de ellos. Los libros electrónicos, en el mejor de los casos, sirven también para leer, algo que todavía muchos contemplan como un manera más de perder el tiempo. Y luego pasa lo que pasa, que el país está como está y en las manos que está, que desde luego muchos libros no parecen que hayan leído, ni los unos ni los otros.

Deberían echar un vistazo a ese reciente estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, según el cual a los muchos beneficios que proporciona el hábito de la lectura, que al menos en España tan contados adeptos tiene, se une uno más, muy importante: quienes leen viven una media de dos años más. Un chute de salud, una longevidad añadida, que se suma a otros beneficios ya conocidos, y todo por ponerse aunque solo sea media hora diaria al día, o a la noche, con un libro entre las manos. Y leerlo, claro. De un libro, por malo, muy malo que sea -y los que se editan en la actualidad son en términos generales malísimos- siempre se aprende algo, aunque sea a saber lo que no hay que hacer. Y el informe no se ha realizado a la ligera, porque ha durado doce años, que ya es, y en el mismo han participado más de 3.500 voluntarios, con los resultados expuestos, que según los investigadores no dejan lugar a dudas, y que se une, además, a otros trabajos científicos semejantes. Pues qué bien.

Claro que a ver si es verdad, porque estas investigaciones que siempre comienzan citando a algún prestigioso centro universitario, casi siempre muy lejano, parece que no siempre gozan de la fiabilidad que se les puede presuponer. Es lo que pasa ahora mismo, por ejemplo, con esa curiosa estadística y clasificación, publicada recientemente, acerca de los países cuyas mujeres poseen el mejor y más perfecto busto, atendiendo a los cánones de belleza clásicos y, por supuesto, sin cirugías de corrección por medio. Se han seguido las pistas de tal estudio y nadie las encuentra por lo que se desconfía de su rigor si es que tiene alguno. Los resultados eran un tanto desconcertantes, ya que mientras las estadounidenses blancas destacaban como las más dotadas -ahí siguen los iconos de sus "pin ups", Marilyn, la Mansfield, Betty Grable?- a otras, famosas por los mismos atributos y en los mismos tiempos, como las italianas -la Loren, Lollobrigida, Cardinale?- se las citaba casi en los últimos lugares de la conspicua tabla estética. En la mitad de la misma, algo más arriba, las españolas.