Siguiendo en estos días las noticias he podido escuchar algunas palabras del papa Francisco en los actos de la Jornada Mundial de la Juventud que se está celebrando estos días en Cracovia. Ciertamente es un hombre que está al día de lo que pasa en el mundo, incluso en el mundo juvenil. Me han impresionado sobremanera algunas palabras del discurso de bienvenida a los jóvenes. Soy consciente de que la mayoría de los lectores de estas líneas quizá no sean -si a la edad se refiere- jóvenes. Pero quisiera trasladarles unas palabras del papa Francisco que podrían encuadrar bastante bien en nuestra vida cristiana sea cual sea la edad: recordemos que la alegría de la fe y el ímpetu misionero son comunes a todos los cristianos; después se concreta de forma diferente teniendo en cuenta las edades, generaciones y corrientes culturales.

Ciertamente, como dice el papa, "es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar". Las cosas pueden cambiar. Es posible que cada uno de nosotros no pueda cambiar las estructuras sociales y económicas injustas que generan tanta desigualdad y pobreza. Pero siempre hay un paso que dar hacia adelante, hacia el compromiso. Siempre se puede cambiar algo, aunque sea a uno mismo, aunque sea la mirada que cada uno tenemos sobre la realidad: cambiar de una mirada condenatoria a una mirada misericordiosa, de una mirada superficial a una mirada radicalmente diferente por el compromiso. La mirada misericordiosa y reconciliadora de unos pocos puede ayudar a muchos a encontrar un camino de compromiso. Quizá pueda ser un poco difícil, pero eso no nos exime de intentarlo. El papa conoce a "jóvenes jubilados, jóvenes que tiran la toalla antes del partido"; yo conozco a jubilados que parecen incansables ante las adversidades que a veces sufrimos en la fe. Algunos de los que lean estas líneas puede que sean jubilados de trabajo, pero la fe nunca nos deja sentados en el banco de Santa Clara, o de la plaza de nuestro pueblo, esperando a no sé qué? Quien tiene fe, sigue soñando cómo cambiar el mundo, porque nuestra mirada se puede cambiar siendo joven o anciano, saliendo con los amigos o estando postrado en una cama.