Era el mes de septiembre del año 1914 cuando se inauguraba el puente- viaducto sobre el Duero que unía las tierras de Sayago y Aliste, una arriesgadísima obra de ingeniería lograda merced a las incansables gestiones de don Federico Requejo Avedillo desde los puestos que ocupó en el Gobierno de la nación representando a la provincia de Zamora.

El ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que proyectó el puente que, desde su inauguración lleva el nombre de puente de Requejo, fue José Eugenio Ribera, un ingeniero que había publicado el libro "Los grandes viaductos", en cuyo estudio se basó para desarrollar el proyecto del Puente de Pino. En dicho libro figuran los siguientes párrafos: "Habiéndome encargado la Dirección General en abril de 1894 la comisión de estudios de dos carreteras: la de Fonfría a la de Ledesma a Portugal y la de Ledesma a Fermoselle, ambas afectando a las provincias de Zamora y Salamanca, me encontré con los pasos forzosos de los ríos Duero y Tormes en emplazamientos tan extraordinariamente abruptos que me obligaron a un detenido estudio de los viaductos necesarios para salvarlos. Los ríos Duero y Tormes se encuentran tan embarrancados en las proximidades del trazado que resultan desniveles de 300 y 400 metros, respectivamente, desde la planicie en que se desarrollan las carreteras, al nivel de dichos ríos. Para evitar, pues, la bajada y la subida que forzosamente habría que hacer por laderas escarpadísimas con cinco y seis kilómetros de pendiente continuada, si se atravesaran estos ríos con puentes de poca altura, era preciso buscar los emplazamientos más favorables para pasar el talweg (vaguada) con la mayor rasante posible. En las Memorias de los proyectos de carreteras respectivas justifiqué la elección de los emplazamientos y rasantes adoptados, con los que consigo salvar alturas de 90 y 100 metros, respectivamente, con viaductos de 180 y 126 metros de longitud, ahorrando la molestia y el gasto de cerca de tres kilómetros de carretera en fuerte rampa en cada uno de los casos".

De lo publicado por el ilustre ingeniero y de otra serie de consideraciones técnicas expuestas por dicho señor Ribera, comprobamos que la obra del Puente de Requejo fue ejemplar en las construcciones de la época, cuyas características metálicas estaban relacionadas con las técnicas de la torre Eiffel según apuntaba el propio autor del proyecto.

Dado que los materiales empleados en el puente fueron totalmente metálicos, la empresa que se encargó de su construcción fue la Sociedad Duro-Felguera, teniendo al frente de los trabajos a un montador que se hizo acreedor a merecidos elogios según la reseña de la inauguración, Robustiano Fernández, según decía la prensa, fue el alma de la obra interpretando las líneas del proyecto y ejecutando el montaje a la perfección, sin olvidar que hubo un director de la obra, el ingeniero zamorano don Miguel Fernández García, que tuvo el honor de dar cima a esta extraordinaria obra de ingeniería que cumple ya ciento dos años desde su inauguración.