Le felicito con toda cordialidad y reconocimiento por el artículo del lunes 9 de noviembre de 2015, que acabo de releer y constituye una auténtica lección magistral en la que nos ofrece y define con gran rigor y precisión la triste y lamentable situación a la que ha llegado la ciudad, nuestra ciudad como consecuencia de una serie de circunstancias, negativas siempre, las cuales han roto día a día, sin reparo alguno, las líneas básicas y fundamentales de su auténtica personalidad histórica.

Es muy clara la delimitación que hace de la ciudad antigua y su proceso de expansión, en la que se da un cierto equilibrio de entendimiento entre lo antiguo y lo nuevo que se rompe de manera definitiva con la llegada de las avenidas que usted cita con delicada habilidad. Siguiendo este fenómeno las vías de comunicación se adentran en el campo según intereses y conveniencias, pero sin una acción estudiada y sin respetar viejas normas de convivencia ambiental. Esta desordenada expansión, muy interesada por cierto, se ha desarrollado olvidando las esencias más nobles y puras de la historia de la ciudad abandonada a su suerte a la vez que en estos periodos, que usted cita sin desvelarlos, se han cometido auténticas barbaridades históricas al tiempo que se ha roto ese mínimo de respeto y mantenimiento de una obligada continuación ambiental, como es fácil comprobar. Y nada digamos de planes iniciados, rotos y abandonados nada más iniciados como el de la Plaza Mayor de la última década del siglo XIX del que solo quedan esos solitarios soportales. Y algún retranqueo como el del Ramos Carrión. Por si fuera poco nos queda el abandono del espacio más obligado a respetar, con los espacios muertos, la soledad y los fastuosos insultos levantados en este histórico conjunto.

Mi felicitación, le ruego siga usted con el río y el propio término municipal, como final, para ver si se consigue armonizar las tres ciudades: la ruinas de la antigua, la maltratada por la mala convivencia y la desbocada de los últimos 50 años que Dios guarde. Gracias, señor Viloria.