La Junta de Castilla y León acaba de anunciar la sede para las próximas tres ediciones de la exposición Las Edades del Hombre, lo que nos situará en el año 2019 con la nada desdeñable cifra de 24 ediciones a lo largo de una treintena de años de vigencia de este proyecto que ya forma parte del ADN cultural de la comunidad. Reconozco que esta iniciativa auspiciada por la Fundación Las Edades del Hombre genera en una parte de la población el natural rechazo tras una excesiva prolongación de ediciones, pero la realidad sostenida en hechos empíricos obligan a una reflexión más profunda que rehúya de toda crítica estéril e infundada. Habría, para empezar, que preguntar a uno de sus principales valedores, el escritor José Jiménez Lozano, su opinión al respecto. Desconozco si para el Premio Cervantes de Literatura esta impensada extensión de un proyecto cultural que tiene otros nombres propios, como el del desaparecido sacerdote José Velicia, es la mejor opción en términos de calidad y credibilidad. Pero quizá también sería incomprensible que un proyecto de esta envergadura tuviera un epílogo inopinado en plena cosecha de éxito y aceptación, tal y como revelan los resultados y los datos objetivos.

No cabe duda de que habrá que hacer en algún momento ese análisis pausado y sosegado sobre el punto y aparte de una exposición que ha demostrado ser un pilar fundamental y no solo desde el punto de vista cultural, sino desde el social y territorial, aspectos estos últimos tan importantes o más que el anterior.

A favor de Las Edades del Hombre hay muchos y variados argumentos de peso. Desde el puramente cuantitativo como es que 11 millones de personas hayan visitado en su conjunto esta muestra religiosa y que, para entendernos, sería como decir que una cuarta parte de la población española ha tenido la oportunidad de conocer nuestro rico patrimonio. Casi nada. Hasta el argumento económico y de cohesión social, como así lo ponen de manifiesto los sectores profesionales más ligados a la llegada masiva de turistas a las diferentes ciudades que han albergado Las Edades. Y sin olvidar otros beneficios en materia de empleo y de promoción nacional e internacional para Castilla y León no sería tampoco justo relegar la que, evidentemente, es una de las contribuciones más notables de esta magna exposición: la restauración y conservación de nuestros bienes patrimoniales. Tanto es así que de las 4.800 piezas expuestas en estas 21 ediciones, alrededor de la mitad de ellas ha experimentado importantes trabajos de restauración y mejora, por no hablar de la nueva piel que lucen los casi 30 templos en los que se ha desarrollado el ciclo expositivo.

Vistas las bondades de este proyecto cultural, en el que la colaboración público-privada también es un modelo a seguir, acabamos de asistir a una decisión que ahonda en la necesaria seriedad que exige lo que también constituye ya una verdadera marca de comunidad. Y me refiero a la valentía de designar con suficiente anticipación las sedes futuras que acogerán las nuevas ediciones de Las Edades del Hombre tras su paso por la ciudad zamorana de Toro este año. Un anuncio que acaba con la habitual fricción localista por albergar un evento que genera actividad económica y empleo y que sitúa a la ciudad anfitriona en el mapa nacional. Enhorabuena, por tanto, a los municipios de Cuéllar, Aguilar de Campoo y Lerma que serán las sedes anuales de las ediciones previstas hasta el año 2019 y que, desde este mismo instante, pueden trabajar en la mejor coordinación de un proyecto orgullo de todos los castellanos y leoneses.