Cuando escucho al señor Albert Rivera, y a buena parte de su gente, aleccionar a Mariano Rajoy sobre cómo gobernar el PP, estableciendo vetos y líneas rojas que hoy mantiene a toda costa para mañana borrarlas del mapa y así sucesivamente, me entra un desasosiego tremendo. Más que nada, porque en lugar de meterse en la casa de los demás, el señor Rivera debiera vigilar la suya propia, cuidarla un poquito más y acabar con los conatos y rebeliones, con las escisiones y desavenencias que están llevando a la desmembración de Ciudadanos en tantas provincias de España. Es lo que tiene ser el factótum del partido. El señor Rivera tiene que empezar a delegar en gente de su formación política, que no esté presa del pensamiento único que preside la dialéctica de los Ciudadanos.

Lo digo más que nada por la crisis, una más, que en esta ocasión se ha abierto en Galicia y que ha sido el germen de un nuevo partido político. Y créame, señor Rivera, España no necesita de más partidos políticos, ni a izquierda ni a derecha. Con los que tiene censados, va sobrada. Más que nada porque algunos son inservibles a todas luces para la buena gobernanza de un país que, con sus cosas buenas y malas, algunos quieren llevar a la quiebra social, económica, política y moral.

En Galicia ha nacido Centrum. Ya está registrado como nuevo partido. Lo forman siete promotores principales y un número elevado de simpatizantes, la mayoría exmilitantes de Ciudadanos en La Coruña. De momento no quieren desvelar demasiados detalles de su fundación pero, ahí están, intentando dar guerra y como diciéndole al señor Rivera que no se tenga por imprescindible, que no es árbitro de nada como pretende y de que cuide más sus filas, porque están muy afectadas por un virus que promete una desintegración paulatina.

No seré yo quien discuta el amor a España y el afán de servicio a los españoles del señor Rivera, pero de ahí a tragarme todo lo que hace y dice, media un trecho, de la misma magnitud que la brecha insalvable que se ha producido en Galicia entre la formación del señor Rivera y sus muchos disidentes. Porque del señor Rivera lo que más se recuerda son sus constantes lecciones de moralina al partido del señor Rajoy, donde hay corruptos, como los hay en el Psoe, en Podemos, y en Ciudadanos en cuanto toquen poder. Ya ha tenido algunos avisos a los que debería prestar más atención.

Es que, escuchando a Rivera, da la sensación de que él, y solo él, está en posesión de la ética política que permitiría la regeneración de esta autoexcluyente clase, si entre todos se emplearan a fondo. Pero, no. El señor Rivera tiene que dejar de emular a doña Elena Francis. Tiene que dejar de dar consejos al contrario y al afín y aplicarse los remedios que prescribe para sí mismo. Si mal no recuerdo, en el mes de mayo estalló una crisis interna en Ciudadanos de Galicia al decidir la cúpula del partido a nivel estatal relevar al candidato a las elecciones generales elegido por Primarias por otro sin consenso de las bases.