Si prácticamente antes no existía posibilidad alguna de formar una alternativa de Gobierno que no apareciese encabezada por Rajoy, ahora ya no existe ninguna, tras lo ocurrido en la constitución de las Cortes donde el PP, además de con los votos ya previstos de Ciudadanos, se ha encontrado con el apoyo imprevisto, o no tanto, de los nacionalistas y separatistas catalanes y vascos, aunque estos últimos hayan pasado más desapercibidos. En total, mayoría absoluta, que incluso pudiera repetirse en la investidura, aunque habría que saber cuál es el precio que se va a pagar por esos pactos decisivos, pues en la memoria colectiva reciente está lo caro que resultaron a la larga las ayudas a Aznar primero y a Zapatero después, para que pudiesen gobernar, y mucho más ahora todavía con las ínfulas secesionistas renovadas del PNV y las actuales maquinaciones y contubernios del partido de Artur Mas en sus convulsos afanes de proclamar la independencia de Cataluña. Así, que a ver si esta es la primera lección de regeneración democrática, a base de transparencia. No todo vale y no todo se puede lograr a cualquier precio.

Desde el PSOE se exigen explicaciones, lógicas cuando Sánchez proclamó y mantuvo desde el primer momento el veto a independentistas y nacionalistas y el PP demonizaba cualquier contacto que se pudiera llegar a tener con estos partidos que calificaba de no constitucionalistas. Ciudadanos sospecha y avisa que en caso de acuerdos con separatistas no se abstendría en la investidura de Rajoy sino que votaría en contra. Pero, claro, a Rivera, que tan pronto dice una cosa como otra, ya nadie le hace el menor caso, pues de sobra se sabe que pasará por todo y acabará apoyando a los populares para que de un modo u otro puedan seguir gobernando aunque sea con sus 137 diputados. En cuanto a Podemos parece que ya no toca nada en este concierto, aislado por sus propios errores y la soberbia de Iglesias y sus dirigentes. Y el PP, mientras, de cara y desde las sombras, a la par, prosigue sus contactos con los grupos nacionalistas, hasta con los de izquierda, ante la preocupación de los españoles que quieren saber cuáles son las concesiones satisfechas a cambio de los votos.

Por supuesto, que nada está hecho aún, aunque sí perfilado, y frustrada la esperanza de cambio de un 72 por ciento del electorado. Así las cosas, más valdrá que el nuevo Ejecutivo que salga de pactos y asechanzas consiga la solidez y estabilidad necesarias después de todo lo sucedido en estos últimos meses de tiempos revueltos. Porque si el PP gobierna a la postre en minoría, las tensiones no se van a relajar, algo que es necesario por muchos motivos, desde los económicos a los políticos. Enfrente estará una oposición que aunque importante y puede que decisiva en número no consigue ocultar pese a todo su bajo perfil, como las mismas elecciones han desvelado dando el triunfo a un Rajoy que nadie quiere, salvo los palmeros de su equipo, y que se acepta como un mal menor. Aunque cabe esperar que haya aprendido algo de la dura lección, la mayoría no confía en ello y teme más de lo mismo: paro, corrupción, salarios y pensiones contenidos, impuestos, rebajas de servicios básicos, y desigualdad social.