Desde la intentona de golpe de Estado a la turca, se veía venir lo que ya habita entre los turcos, no tanto los del pueblo al que Erdogan enardece con sus arengas, como entre las clases dirigentes y especialmente Ejército, Poder Judicial y Policía. La que se veía venir no es otra que la purga. Y no la de Benito que desde la botica está obrando. Si no la purga a la turca, es decir, a lo bestia. La purga afecta no a decenas de purgados, no, la purga del presidente otomano afecta a miles de purgados. También le ha tocado la represalia al Ministerio de Educación que ya ha anunciado la suspensión de más de 15.000 de sus empleados, sospechosos de estar vinculados al predicador Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos y sospechosos de estar detrás del fallido golpe de Estado del viernes 15.

De seguir como va, Turquía se quedará no solo sin militares, jueces y policías, también corre el riesgo de quedarse sin funcionarios y sin periodistas independientes. Va camino de ello. Erdogan es persona non grata para la mayoría de gobiernos del mundo. Pero fue elegido democráticamente y democráticamente es como hay que despedirle del poder. Solo que este buen señor, del que no hay que fiarse mucho, tiene más de sátrapa, de tirano, de autócrata, que de demócrata. Solo necesitaba lo que en mala hora ocurrió en ese país, para que Erdogan culmine su obra. Y su obra pasa también por reprimir las libertades. No sería la primera vez. En principio muchos medios de comunicación se han visto afectados. Y todos sabemos que cuando en las "Redes" no soplan buenos vientos para Recep Tayyip Erdogan, estas se intervienen y si quieres Internet no te queda otra que cruzar la frontera.

Este feo e impropio asunto que nunca debió ocurrir ha dado tantas alas a este señor que ni que se hubiera tomado toda la producción de "Red Bull". Lo peor es su deseo reprimido de volver a imponer la pena de muerte. Se quiere cargar en el garrote, mediante fusilamiento o vaya usted a saber, a todos los purgados. Sin juicios, ni sumarísimos ni normalísimos. Quiere aplicarles la pena de muerte por traición y acabar así con todo lo que pueda ser obstáculo al poder omnímodo que quiere establecer en Turquía. Este es el mandatario que quiere pasar a formar parte del, en otro tiempo, selecto club de la UE. Es aliado USA, es miembro de la OTAN, abusa de la situación geoestratégica de Turquía y como le han dado muchos euros por quedarse con los refugiados (no todos lo son), que Europa no quiere, se está aprovechando.

Los dirigentes de la vieja Europa más o menos unida, a Gran Bretaña le remito, no lo están haciendo muy bien que digamos, están y nos tienen a todos descontentos. Encima, las extremas y los populismos están haciendo daño a la más sagrada palabra de la UE: democracia. Pero cualquiera de ellos es mejor que este individuo al que la pena de muerte le lleva rondando por su otomana cabeza desde que tomara posesión por primera vez de la presidencia del país. Ha creído tener un salvoconducto o carta blanca que le permite cometer los desmanes que estime oportuno y ni Estados Unidos, ni la Unión Europea pueden reírle la gracia. Sería el final.