La historia recoge del 31 de mayo de 1906 el atentado que ocurrió en aquella fecha contra los reyes de España el mismo día de su boda. La prensa dedicó durante varios día sus primeras páginas y más para relatar con todo detalle los pormenores de aquel atentado del que los monarcas salieron ilesos. Pero hubo once muertos y cincuenta heridos que resultaron ser las verdaderas víctimas del atentado; algunos se encontraban en aquel lugar, la calle Mayor de Madrid, en cumplimiento de su deber; otros eran espectadores del magno acontecimiento.

En la lista de los muertos estaba el guardia municipal Tomás Oviedo, el palafrenero Francisco López, un corneta del que ni siquiera se daba nombre, un teniente y dos soldados del Regimiento Wad Ras, un espectador anónimo que se encontraba en un balcón, la marquesa de Tolosa y una hija suya, otros dos señores identificados como Antonio Calvo y Francisco Benito y la niña Carmen Prieto. En la larga lista de heridos había también guardias municipales, militares y paisanos espectadores.

El autor material del atentado, Mateo Morral, huyó y fue a refugiarse en la redacción de "El Motín" amparado por el director y otros de la imprenta. Consiguió escapar de Madrid, pero el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo cercano a la estación de Torrejón de Ardoz, donde se detuvo para comer, esperando tomar el tren para Barcelona. Estas personas, que sospecharon de él por sus dedos vendados, su acento catalán, sus finos modales que no se correspondían con la ropa que llevaba, un mono de mecánico, avisaron al guarda jurado de la finca de Aldovea, quien lo detuvo y lo llevó al cuartelillo de Torrejón. Se dice que en el trayecto hubo una refriega entre ambos y murieron los dos. Luego hubo varios detenidos que fueron sometidos a juicio, celebrado un año después, en sesiones celebradas a partir del 2 de junio de 1907 durante más de ocho días, con diversas sentencias que no vienen al caso.

El protagonismo de aquel suceso fue para los reyes que era contra quienes se dirigió el atentado, pero pienso que los verdaderos protagonistas fueron las víctimas que cayeron sin culpa alguna. Por supuesto, sus majestades tampoco tenían culpa del criminal objetivo del autor del atentado.

Siempre ocurre igual, los más inocentes caen víctimas de la barbarie criminal de quienes, proyectando objetivos que no se cumplen, consiguen daños que todos lamentamos.