Cuando un periódico de ámbito internacional publica un artículo que lleva por título, "La mayoría de los votantes socialistas quiere que se deje gobernar a Rajoy", invocar ahora una encuesta con el prestigio que tienen me parece un mal chiste. La aguda observación de los encuestadores saca conclusiones de unas preguntas meditadas para las respuestas que han obtenido, tampoco nos explican si los encuestados están o no afiliados al PSOE, ni desde cuándo consideran a esta opción política como la mejor para gobernar España, es que la situación política está grave.

Creo que gran parte de la familia socialista, a la que pertenezco, junto con otros muchos españoles, socialistas o no, se sienten inquietos cuando se publican noticias que parecen ignorar valores, sentimientos y arraigadas tradiciones que permiten interpretaciones sesgadas de la historia del socialismo en España, precisamente en estos momentos en que es más necesario fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones del socialismo. La obsesión por algunos medios de comunicación para que el PSOE se una a la "Gran coalición" o la abstención para que el PP pueda elegir a su líder como presidente del Gobierno, sería noble si no estuvieran por encima los valores que el PSOE defiende como modelo de convivencia, de libertades individuales y colectivas y de distribución de la riqueza universal, que es lo que está en juego en estos momentos.

Nadie apuesta en el socialismo por la caída del PP, lo que se le pide a su líder y presidente en funciones es que exponga su proyecto de gobierno de forma indubitada, si solo se va a concentrar en gobernar y no en dejar claro que la limpieza del partido y alejarse de lo que hagan los investigadores parlamentarios o judiciales es una de sus prioridades no va alcanzar su meta, porque esto lograría calmar mucho las aguas.

Cualquiera que sea el resultado de esta crisis política, es muy doloroso comprobar cómo afecta la corrupción en la vida pública de un país tan antiguo y tan respetable como el nuestro y, hoy por hoy, el Gobierno en funciones solo se ocupa en blindar algunos cargos y apelar al eslogan de que "solo con nosotros la economía va a solucionar todos nuestros problemas".

¿En qué terminará todo esto es la pregunta del día? Lo primero, en un saneamiento de una política que mantenía grandes espacios de corrupción, lo cual sería mucho más grave si se le añadiera una incertidumbre económica. Yo no soy de los que cree -como dijo un periodista famoso la noche del recuento electoral- "Que al PP le habían faltado un par de casos más de corrupción para sacar mayoría absoluta".

Sin duda, también, un PSOE debilitado, esa fuerza avasalladora que hace poco tiempo parecía la única creadora de grandes proyectos, de todas las estructuras políticas modernas y de la fuerza distribuidora de la riqueza, deberá aceptar que en este campo hay más competencia.

Pase lo que pase, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, tendrá siempre el apoyo de los socialistas mientras conserve intactos los principios de la ortodoxia política de ciento treinta y siete años de historia.

En la visita del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barak (en árabe significa bendición) Obama, nos dijo que la primera vez que visitó España lo hizo de "mochilero". Si este presidente no se hubiese concentrado, como motivo principal de su política, en resaltar que las desigualdades sociales no son el efecto de una maldición de los sectores más débiles sino fruto de la mala planificación de creación y distribución de la riqueza y en crear la atmósfera adecuada para que su proyecto fuera apoyado. Ni hubiera llegado a ser presidente de los EE UU de Norteamérica ni el mundo hubiera disfrutado de la bondad de su política. Probablemente tampoco con un presidente defensor de la economía liberal como único motor del desarrollo, los EE UU hubieran salido tan rápidamente de la crisis de 2011.

(*) Concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende