Que pronto habrá un Gobierno del Partido Popular con permiso de Ciudadanos, Coalición Canaria y seis diputados del PSOE que se abstengan, lo dudan ya pocos. Es lo más probable. Datos objetivos lo confirman. Por ejemplo, que el malestar de la ciudadanía por la situación política sea superior ahora a la existente cuando surgieron los movimientos del 15M. Condenarnos a unas terceras elecciones desataría un escándalo espectacular. La exigencia es clara: Gobierno ya y antes de las vacaciones. Por eso Rajoy aventura la fecha del 29 de julio contando con salir elegido en segunda votación.

Ha ayudado a fijar opinión dentro del Partido Socialista el artículo de Felipe González, con el que se puede estar más o menos de acuerdo, pero que nos recuerda que alguna vez en este país hubo hombres de Estado. Como hemos ironizado, qué bueno sería para España que Felipe gobernara este país, aunque solo fuera por las tardes. El expresidente, en ese texto en "El País", ofrece un análisis sosegado a los suyos desmintiendo que apoyara la "gran coalición" y justificando el "no" por la necesidad de mantener al PSOE como alternativa de poder en el futuro. De paso, González pide al PP respeto para Ciudadanos destacando el gran valor decisivo de sus treinta y dos diputados y conmina a Rajoy a salir del "modo reposo" en el que, a su juicio, está instalado. Es incomprensible cómo los voceros populares siguen hostigando a los diputados de Ciudadanos como "irrelevantes" y "no decisivos" cuando los necesitan imperiosamente. Su dureza en campaña era discutible; su actitud ofensiva en tiempo de alianzas es irresponsable.

Claro que los que pronostican que no habrá Gobierno disponen de otros datos, también objetivos: las declaraciones de Albert Rivera en su día vetando a Mariano Rajoy, pero eso es normal en campaña. Ahora el líder de Ciudadanos debe estar tomando sales de frutas para digerir sus palabras. De él se espera más responsabilidad y sentido de Estado que de quienes necesitan su voto y lo desprecian. Otro dato en el que se apoyan los que creen que no habrá Gobierno: que el Comité Federal del PSOE votara el sábado por unanimidad -¿desde cuándo no había unanimidad entre los socialistas?- un claro no a la investidura de Rajoy. La unanimidad se explica porque sumaron, hasta alcanzar la totalidad de los presentes, los partidarios del no siempre, con los partidarios del no de momento y los que confían que habrá que pedir a seis de ellos que se abstengan en el último momento, tal como ha explicado el presidente de Extremadura, el doctor Guillermo Fernández Vara. Vara, forense de profesión, sabe mucho de la vida y sostiene en privado que "los que hablan más claro y nunca mienten son los muertos".

Entonces, ¿en qué quedamos? Estamos en la fase de treatralización de la política: no ahora y no después, en la segunda votación. Nada de abstención ahora y tampoco después, salvo el sacrificio de seis diputados para evitar terceras elecciones, y agradecidos les quedaremos. Bastaría con uno -y todo el mundo apunta al diputado Quevedo de Nueva Canaria, que se presentó en las listas del PSOE-, pero contando con los cinco del Partido Nacionalista Vasco. El inconveniente es que esos cinco escaños para la investidura se pagarían a precio de oro concediendo al PNV, que está en vísperas de elecciones, la mitad de sus reivindicaciones, presos de ETA incluidos. Por eso se adelanta el extremeño Vara incitando a que, puestos a hacer sacrificios responsables, mejor seis abstenciones que una y sin favores a los vascos.

Entretanto, Pablo Iglesias capea el temporal y envía su Congreso Nacional hasta finales del 17. Con su referencia al riesgo de "las dos iglesias" dentro de Podemos, con él mismo y Errejón como pontífices, reconoce explícitamente la fractura que han dejado las elecciones, aunque cinco millones de votos sean una gran cosecha. Por más que Pedro Sánchez crea que es el principio del desmoronamiento de esta coalición con veinte siglas dentro. Que cuide él su casa y su silla. La unanimidad de ahora es solo un espejismo.