Posiblemente con el deseo de tranquilizar al electorado y ganarse su favor, todos los líderes políticos, a izquierda y derecha, prometieron en campaña una espinosa promesa que ahora no parecen dispuestos a cumplir. Todos prometieron que no habría unas terceras elecciones. El líder del PSOE lo recalcó ante el Círculo de Economía de Sitges plagado de empresarios. Rivera lo repitió hasta la saciedad y Pablo Iglesias renuncia de boquilla a ser vicepresidente en un Gobierno presidido por Sánchez. Entre todos quieren enviar al partido que ganó claramente las elecciones a la oposición. El más contumaz, el líder socialista que niega el apoyo del PSOE, por activa o por pasiva, a un Gobierno del Partido Popular.

Susana Díaz, lideresa que me merece un respeto absoluto porque de todo lo que pulula por el PSOE es la única con verdadero sentido de Estado, ha pasado de decir que está muy claro que los electores han enviado al Partido Socialista a la oposición y que hay que asumir y acatar, a ponerle las cosas difíciles al PP y a Mariano Rajoy para formar Gobierno. Vamos que hoy dice una cosa y mañana la contraria. Esa forma de jugar al despiste no gusta nada ni a su propio electorado que vive en un yerro continuo.

España necesita un Gobierno estable, opina Bruselas, para que pueda seguir trabajando estrechamente con las instituciones europeas y sus socios en la Unión Europea. Me temo que a Rajoy no le van a poner las cosas nada fáciles. Hay como una especie de confabulación de todos no tanto contra el PP como contra Mariano Rajoy. Rechazan cualquier aproximación, como si se tratara de un leproso con el que ni siquiera hablan a distancia. Si lo intentaran a lo mejor se llevaban una sorpresa muy agradable, siempre y cuando no vayan predispuestos a todo lo contrario. Yo creo que el PP ha aprendido de sus errores en mayoría súper absoluta y han echado mano de la humildad que, a su vez, también necesitan los perdedores. Porque algunos actúan como si se hubieran llevado todos los votos de calle.

El que más sorprende es Albert Rivera. Este chico tiene que hacérselo mirar. Menos achacar a sus errores la pérdida de votos y consecuentemente de escaños, ha buscado culpables en la polarización del debate político, en el voto del miedo e incluso en el "brexit". No conforme con eso exige, para un posible apoyo, que revivan a la Salomé bíblica, si hombre, aquella princesa idumea, hija de Herodes Filipo y Herodías que pidió al rey la cabeza de Juan Bautista y este se la hizo llegar en bandeja de plata, pues esa, para que le sirvan en bandeja de metacrilato la cabeza de Rajoy, el ganador, y de paso las cabezas de Montoro, de Fernández Díaz y de algún ministro más en funciones que ahora se me escapa.

Todo lo que los líderes de la teórica oposición prometieron sobre un Gobierno estable ha sido pura faramalla, farfolla electoral. España y los españoles a los que dicen querer servir, les importamos un bledo. Ni siquiera contemplan la posibilidad de que Rajoy gobierne en minoría y marcarle duramente. Esta obsesión contra el líder popular, comienza a ser preocupante y de una esquizofrenia que asusta.