Mientras el terrorismo yihadista vuelve a sembrar de muerte y horror a la castigada Turquía, mientras el presidente Obama visita la España de un Gobierno en funciones, mientras se incrementan las presiones para que PSOE y Ciudadanos apoyen a Rajoy, los nacionalistas vascos ponen precio a sus escaños y el PP ofrece lo que sea a cambio de ayuda, mientras en Valladolid tiene lugar el ritual de un inocuo debate sobre el estado de la región, salta un nuevo caso de corrupción por el sobrecoste de 85 millones que registran las obras del AVE entre Madrid y Barcelona. No es un caso en el que aparezcan implicados de modo directo políticos pero sí, presuntamente, una poderosa empresa pública, ADIF, la coordinadora de la construcción de líneas ferroviarias, y como ocurre casi siempre importante compañías de grandes obras. Trabajo para la Guardia Civil, que no para, y que detuvo el martes a catorce personas, aunque la mayoría están ya en libertad con cargos.

La mecánica es vieja y conocida. Facturas que son visadas y pagadas, sin más. Hace ya muchos años, al comienzo de mi carrera, siendo jefe de prensa de una industria de automación, y viajando con unos proveedores, al hacer un comentario sobre el flamante coche que poseían, me ofrecieron quedarme con el vehículo, que me irían cobrando en las facturas que yo tenía que firmar. Seguí con el 600 que tenía por entonces, pero es claro que la fórmula continúa existiendo y usándose. Lo que ha ocurrido en esto de ADIF es que las auditorías han revelado tantas irregularidades que el presidente de la empresa pública lo ha denunciado y de ese hilo ha salido todo lo demás. Aquí mismo, en Castilla y León, se investigan ahora judicialmente y en las Cortes regionales, dos asuntos similares, de posibles sobrecostes pagados por la Junta. Uno, el hospital de Burgos, y otro el edificio conocido como la perla negra, sede precisamente de la consejería de Economía. A lo que hay que añadir la trama eólica y otros asuntos no aclarados, como los ocho millones de euros en gastos diversos en un año, casi 300.000 en restaurantes.

Sin embargo, ya se acaba de ver como esto de la corrupción, que sí, que ocurre en todas partes, que es inherente a la condición humana, se toma en España como algo natural y no influye o poco influye en el resultado de las elecciones. La reciente historia política española cuenta con numerosos ejemplos de imputados que han ido en candidaturas y que han ganado con holgura. Ahora mismo, en la comunidad levantina, y en otras igualmente muy castigadas por la corrupción irredenta, el 26J ha repuntado el PP. Y es que la cosa sale barata en todos los aspectos, pues la mayoría de los implicados suelen irse de rositas y en todo caso sin devolver lo que se llevaron. Un tiempo para la vergüenza, si es que la tienen, y toda la vida para disfrutar de la riqueza ilegitima conseguida. Seguramente tienen razón quienes afirman que la corrupción está instalada no solo en la clase política, sino en toda la sociedad y que quien no deja de ser honrado es porque no ha tenido ocasión de lo contrario. Porque siempre se habla de los corruptos, pero muchos menos de los corruptores, la otra mitad de un todo nefasto y desolador.