Las prisas por pactar y formar Gobierno le han entrado a Mariano Rajoy que vive momentos de euforia, como mucho de los suyos, que los obnubilan y alejan de poder tener una percepción clara de una realidad que sigue siendo prácticamente la misma que hace unos meses y que condujo a la repetición de las elecciones. Parece que el PP ha cantado victoria demasiado pronto, pues aunque tenga ahora 14 escaños más, debido al trasvase de votos de Ciudadanos principalmente, ello no significa ninguna garantía fija de mayoría absoluta a la hora de la verdad, a la hora de sumar acuerdos, salvo hipotética unión con el PSOE, por lo que los pactos se presentan tan difíciles o más que antes.

Lo que el PP quiere ahora es conseguir esa soñada y casi imposible gran coalición con los socialistas y con Ciudadanos, aunque de los centristas se pudiera prescindir si hubiese acuerdo con Sánchez, al que generosamente Rajoy haría vicepresidente. Sería un Gobierno aparentemente muy sólido con una mayoría absoluta incontestable. Van a celebrarse conversaciones al respecto, no tardando, con la idea de afinar la situación. Pero si no hay pacto posible Rajoy intentaría la investidura en minoría con el partido de Rivera, con el PNV, a cambio de algo se supone, y con el escaño de Coalición Canaria. Sería, en cambio, un Gobierno muy poco estable, que tendría difícil salir adelante, pero en el PP aseguran estar dispuesto a afrontar la aventura si se hace necesario, como parece lo más probable a día de hoy.

Porque las posiciones del resto de los partidos, aunque no puedan ser tomadas como definitivas, dadas las presiones que hay por medio atendiendo a intereses conspicuos, no pueden ser más excluyentes por más que sus líderes expresen su voluntad de evitar nuevas elecciones. El PSOE es rotundo, y no deja de reiterar que no apoyará al PP ni por acción ni por omisión. En contra, tiene a gente importante de su partido, como el mismo González, como Susana Díaz, a la que los populares acaban de ganar en Andalucía, y algunos otros que lo único que pretenden es que el PSOE pase a la oposición y deje gobernar a Rajoy. Increíble, pero cierto. No obstante y pese a haber perdido cinco escaños, Sánchez tiene ahora más fuerza moral tras haber salvado el cantado y fallido "sorpasso" de la izquierda radical. Pero es que no es solo el PSOE, pues Rivera, que sigue negando que hubiese vetado a Rajoy, ha variado algo el discurso, dentro de su habitual ambigüedad, y vuelve a afirmar que no apoyará al PP en las actuales condiciones y circunstancias, perfilando la posibilidad de la abstención. Aún hay más, porque el PNV se ha dado prisa en replicar que con sus escaños no cuente el PP para nada.

Se comprenden las prisas, pero los acuerdos, si se producen, que hay que esperar que sí, a la postre, serán muy complejos y plenos de concesiones por todas las partes, pues ni el PP piensa en sustituir a Rajoy ni Rajoy en marcharse a otra casa que no sea la Moncloa. Lo que podría abrir el melón de una entente entre el PSOE y un Podemos abatido y noqueado, casi marginado, culpable antes de no haber facilitado con su abstención el Gobierno de cambio, de centro izquierda, que la mayoría pretendía.